Años 50 del S XX. Sevilla.
Puestos de pipas frente a los colegios; de pavos vivos en Navidades; de higos chumbos en las puertas de los cines de verano. Venta de cucuruchos de camarones, por las calles en Semana Santa.
Bares con serrín y escupideras en el suelo, donde se prohibía el cante, pero se comían pajaritos fritos, bienmesabes, caracoles, cabrillas, sangre "encebollá", asaduras y latiguillos.
Recogecolillas por las calles; vendedores de arbejones en la Plaza de América, de "mantillo pá las macetas"; "compraores" de hierros viejos, lana vieja y papeles viejos. Gritos del afilaor, de vendedores de nieve, de tortas de aceite, regañás y ancas de rana.
Vendedoras de jazmines, "echaoras" de la buenaventura y puestecillos en la niebla del rio, vendiendo lingotazos de aguardiente, "pa" calentar el gaznate.
Música de organillo, fotógrafos con caballos de cartón, venta de barquillos y también de cigarrillos ideales, caldo gallina y celtas.
Jabón verde casero y polvo de talco para el sudor. Un mortero "pa" majar el gazpacho, filtro de aceite de fritura de carne y otro, de pescado.
Aceite y leche a granel, garbanzos negros en la garbanzada y piedras en las lentejas.
Manos "esposadas" con madejas de lana, para hacer ovillos de tejer jerseys. Jóvenes casaderas, preparando el ajuar, dominando los encajes de bolillos, el punto de cruz, el bordado y el macramé,...
Calienta camas con áscuas de carbón, llamados "mariditos", orinal en la mesilla de noche, el botijo y el brasero de cisco con alhucemas en la mesa camilla...y la palangana.
Sevilla eterna, ciudad de arte y encanto, irrepetible y en cierto modo, perdida en la noche de los tiempos.