Me encuentro en la serenidad de la tarde, dispuesto a escribir para mis asiduos lectores. No es un trabajo, sino un placer de intercomunicación, encadenando palabras que surgen del corazón.
Tengo de fondo un magnífico documental sobre las praderas del salvaje oeste americano, mientras en mi jardín, en una naturaleza más doméstica, mirlos, urracas, tórtolas, palomas torcaces y modestos gorriones, beben en el estanque de mis ranas y peces de colores.
Sigo aún intrigado por el hecho de que aparezcan por estas fechas, año tras año, numerosas nueces esparcidas por el césped, sin que encuentre alguna explicación lógica. Me habría encantado que la fauna de mi jardín se hubiera enriquecido con mis admiradas y queridas ardillas, pero no parece que sean éstas las responsables. Hay quien dice que son los cuervos quienes las esparcen por él
Ando igualmente intrigado por el comportamiento del pueblo norteamericano. Será más fácil comprender la incógnita de las nueces, que la hipotética elección de un loco Donald Trump, como Presidente de los EEUU. No salgo de mi asombro, que este loco personaje, prepotente, racista y misógino, pueda ser elegido para ser el amo del maletín nuclear.
Las hojas todavía bailan en mis árboles y aún hay locos de la playa, que se adentran en sus frías aguas en este joven otoño. Mientras, en mi rincón de la verdad, recuperado el silencio de la soledad, sueño la proxima aventura
He clavado mi mirada en el mapa africano; concretamente, en la inmensidad del Serengueti y en el crater del Ngorongoro. Ardo en deseos de pisar la sabana y presenciar el gran espectáculo de vida y muerte de la fauna salvaje.
Quiero ver de cerca los "cinco grandes" de África y disfrutar con las interminables manadas de herbívoros, moviendo sus manchas y sus rayas por el paisaje.
Quiero hacer realidad mis sueños de juventud, en un mundo tan bello como salvaje, ajeno a la seguridad y comodidad de mi hogar. Deberé cuidarme de depredadores, carroñeros, cocodrilos e hipopótamos, por ejemplo, hecho relativamente fácil con unas pautas básicas de prudencia y precaución.
Serán los insectos, los arácnidos y los reptantes los que más puedan afectarme. En estas latitudes, los mosquitos y las garrapatas, por ejemplo, son peligrosos enemigos que acechan desde su abundancia e insignificancia, para transmitir enfermedades que aún ocasionan abundantes pérdidas humanas.
Sin embargo, merecerá la pena correr riesgos y sufrir incomodidades, cuando oiga los sobrecogedores rugidos nocturnos de los leones y los cercanos ruidos de las hienas en la negritud del sol ausente, o cuando con los brazos en cruz y la frente al cielo, sienta la inmensa libertad bajo el rocío de la madrugada.
Ya sea con polvo o barro, frío mañanero o sudor de inclemente sol, seré feliz en tierra salvaje, para terminar, si todo sale según lo soñado, en las blancas arenas coraliferas de Zanzíbar, paraíso hermoso y exótico, que guarda en su pasado, el sufrimiento, la tragedia y la vergüenza, de haber sido un hito en el tráfico de esclavos.
Este viaje, merecerá inmensos ríos de palabras, para compartir con los lectores, las vivencias de un ser humano, al que los años le concedieron la libertad de la jubilación.
Yo creo que las ardillas te dicen que quieren quedarse en tu jardín..son muy inteligentes...Un abrazo.
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