El sol sale mas tarde y se acuesta antes. Las hojas de los arboles anuncian el oro y la sangre del otoño reciente
Veo en televisión "La casa de los espíritus", un gran guión, un magnifico reparto y una excelente interpretación.
Es la historia de un sueño, una lucha, un ansía de poder, unos sentimientos rotos y el inicial triunfo de una revolución, apagado por las botas y los fusiles.
Un té calienta mi mano, como la rutina de cada día y me embargan los sentimientos, mientras me acomodo en el rincón de la verdad.
A veces, cada uno de mis hijos se encuentra lejos, pisando tierras de trabajo o de horizontes hermosos. Ellos luchan también por sus sueños y por su pan de familia.
Se afanan en un mundo cada vez más pequeño y vivo con ellos sus cimas coronadas; ya sean laborales, académicas o deportivas.
Mientras, yo, viejo y consciente de las limitaciones de calendarios pasados, aún tengo fuerzas para hilvanar mis propios sueños.
En los albores de mi vida profesional, viví la revolución y el golpe de estado en Chile, tema de fondo de La casa de los espíritus.
Los sueños rotos de Chile, trajeron sangre, dolor y muerte. Y ahora, en España, suenan gritos de independencia y se huele el odio y la sangre derramada.
Algún día, marcharé a tierras lejanas, de selvas y volcanes, para ver el vuelo arbóreo de los orangutanes y bañarme con los elefantes.
Pero antes, pasearé por mi jardín y recogeré sus frutos en la senda del goloso. Aunque las peras esten aún verdes, para que en mi ausencia no sean pasto de pájaros y hormigas.
Las cosas están en orden, siento curiosidad por los horizontes; mis sueños vuelan y aún ansío disfrutar la maravillosa aventura de la vida.
Las peras están verdes, pero mis sentimientos están plenos, maduros y felices, como ocurre con los personajes de la película.
Mi vida, como la de ellos, ha bailado la sinfonía del destino, a trece respiraciones por minuto, con lágrimas de llantos y risas; con miradas intensas o perdidas en el horizonte, con paz interior y aún con capacidad de amar, a pesar de las cicatrices del alma.
La vida es hermosa, aunque las peras estén verdes
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