El sol ha espantado la noche y la luna ha huido con su manto de estrellas.
Los pájaros intuyen la inminente primavera y sueñan sus nidos de amor y crianza.
Las garcetas tiñen de blanco las praderías de las verdes colinas.
Los aviones, "aran el cielo" con sus albas estelas de vapor y llevan en sus entrañas, soñadores de paisajes.
Tomo un desayuno de colores, con pequeños frutos de mi jardín y saco a pasear los pies, que agradecidos, me enseñan la alegría del camino.
Tras el yantar del mediodía, reposo una siesta de sofá; tal vez por cansancio o por abstraerme de insulsos programas de radio.
Distraigo el tedio con solitarios de dominó y naipes y bebo té, como siempre, desde hace medio siglo.
Dudo entre leer libros ajenos o bordar en el aire mis propias palabras y decido escribir mis sentimientos.
Los árboles, aún están desnudos, pero sus yemas henchidas, teñirán pronto el paisaje de colores.
El sol, inquieto, busca el mar y viaja a tierras americanas.
La luna adivina otra noche y adorna su cara de negro manto, prendido de estrellas como diamantes.
La leña crepita en el fuego de los hogares y el olor de las hogueras invita al recogimiento.
Reclino mi cuerpo en el dulce tálamo de mis sueños, fundiendo en mí, alegría y bienestar.
Un silencio "atronador" abraza mis sentimientos. Extiendo mi mano, pero no encuentro un cuerpo amigo.
Estoy solo, en la quietud de la noche de un invierno que se acaba.
Recuerdo en mi otoño personal, las apasionadas noches de mi lejana juventud y sonrío por el amor vivido en la primavera de mi vida.
Cierro los ojos y sueño la ternura de un amor hermoso, noble, sincero y generoso.
Rostro blanco, mirada azul, belleza de felicidad sentida, de entrega sin reservas, de silencios que todo lo cuentan y de amor de complicidad y ternura.
Veo la luna desde mi sur y me muestra una mirada azul que me busca desde el frío norte.
Nuestros sentimientos se funden en el éter, compartiendo un amor sin fronteras, que crece contínuamente.
Los pájaros intuyen la inminente primavera y sueñan sus nidos de amor y crianza.
Las garcetas tiñen de blanco las praderías de las verdes colinas.
Los aviones, "aran el cielo" con sus albas estelas de vapor y llevan en sus entrañas, soñadores de paisajes.
Tomo un desayuno de colores, con pequeños frutos de mi jardín y saco a pasear los pies, que agradecidos, me enseñan la alegría del camino.
Tras el yantar del mediodía, reposo una siesta de sofá; tal vez por cansancio o por abstraerme de insulsos programas de radio.
Distraigo el tedio con solitarios de dominó y naipes y bebo té, como siempre, desde hace medio siglo.
Dudo entre leer libros ajenos o bordar en el aire mis propias palabras y decido escribir mis sentimientos.
Los árboles, aún están desnudos, pero sus yemas henchidas, teñirán pronto el paisaje de colores.
El sol, inquieto, busca el mar y viaja a tierras americanas.
La luna adivina otra noche y adorna su cara de negro manto, prendido de estrellas como diamantes.
La leña crepita en el fuego de los hogares y el olor de las hogueras invita al recogimiento.
Reclino mi cuerpo en el dulce tálamo de mis sueños, fundiendo en mí, alegría y bienestar.
Un silencio "atronador" abraza mis sentimientos. Extiendo mi mano, pero no encuentro un cuerpo amigo.
Estoy solo, en la quietud de la noche de un invierno que se acaba.
Recuerdo en mi otoño personal, las apasionadas noches de mi lejana juventud y sonrío por el amor vivido en la primavera de mi vida.
Cierro los ojos y sueño la ternura de un amor hermoso, noble, sincero y generoso.
Rostro blanco, mirada azul, belleza de felicidad sentida, de entrega sin reservas, de silencios que todo lo cuentan y de amor de complicidad y ternura.
Veo la luna desde mi sur y me muestra una mirada azul que me busca desde el frío norte.
Nuestros sentimientos se funden en el éter, compartiendo un amor sin fronteras, que crece contínuamente.
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