El almuédano estaba en el alminar de la mezquita. Cantaba el "adän", para proclamar el "salat", la oración obligatoria para los musulmanes. Su cántico sonaba insistente; misterioso; contundente:
"Dios es grande, Dios es grande" (x4)
Testifico que no hay más dios que Dios y testifico que Mahoma es el mensajero de Dios (x2)
Testifico que no hay más dios que Dios y testifico que Mahoma es el mensajero de Dios (x2)
Acudid a la oración (x2)
Acudid a la salvación (x2)
La oración es mejor que el sueño
Dios es el más grande
No hay más dios que Alá
Hacía frío de febrero y era temprano. Caminaba por las calles de Argel con otra consultora internacional.
Sorteábamos múltiples obstáculos de un camino típico del extrarradio de un país en vías de desarrollo.
Argelia vivía sus horas bajas, porque el precio del petróleo, su principal fuente económica, se había desplomado en el mercado internacional.
Pero también acusaba el golpe de una sociedad poco organizada y escasa de concepción moderna de Estado.
Tras la sangrienta guerra de independencia de Francia, cayó en las garras del comunismo, siguió luego con la década sangrienta del islamismo radical y apenas ahora, se esfuerza por salir de su histórico atraso.
Comparando el paisaje urbano de los años 80, Argelia es más negra, mas cerrada y con una concepción del Islam más rigurosa.
Fue chocante cómo algunas mujeres jóvenes en el trabajo, se negaban a darme la mano y que incluso, tuviera dificultades para no rozarles los dedos al entregarles un lapicero electrónico, por ejemplo.
Mi compañera de consultoría, entabló una conversación de calle, con tres mujeres escondidas bajo el burka.
Dijeron que bajo esa negra prenda, se sentían más seguras por la calle y que estaban felices de mostrarse sin él exclusivamente a su marido.
Una de ellas, había estado en Europa y cuando volvió a Argelia, se había hecho más estricta. Nos informó, que son los religiosos enviados por Arabia Saudí y el Yemen, los que aleccionan a los musulmanes en Europa.
Viéndolas y oyéndolas, no pude más que pensar, que su corta mirada a través de la rejilla del burka, las tiene, alienadas.
No son conscientes de que viven en una prisión de tela.
Comparando el paisaje urbano de los años 80, Argelia es más negra, mas cerrada y con una concepción del Islam más rigurosa.
Fue chocante cómo algunas mujeres jóvenes en el trabajo, se negaban a darme la mano y que incluso, tuviera dificultades para no rozarles los dedos al entregarles un lapicero electrónico, por ejemplo.
Mi compañera de consultoría, entabló una conversación de calle, con tres mujeres escondidas bajo el burka.
Dijeron que bajo esa negra prenda, se sentían más seguras por la calle y que estaban felices de mostrarse sin él exclusivamente a su marido.
Una de ellas, había estado en Europa y cuando volvió a Argelia, se había hecho más estricta. Nos informó, que son los religiosos enviados por Arabia Saudí y el Yemen, los que aleccionan a los musulmanes en Europa.
Viéndolas y oyéndolas, no pude más que pensar, que su corta mirada a través de la rejilla del burka, las tiene, alienadas.
No son conscientes de que viven en una prisión de tela.
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