Los oscuros ojos de Manuel se encontraron con la celeste mirada de Brigitta.
Los ojos del sur, venían de tierra caliente y reflejaban la vida luminosa del Mediterráneo.
Eran vivarachos y rezumaban la sabiduría de las civilizaciones que habían poblado las tierras de España.
Los ojos del norte, eran hijos del frío y rezumaban la dulzura, serenidad y melancolía de las tierras que añoran el sol.
Por las venas de Brigitta, circulaba la misma sangre vikinga, que siglos antes, saqueaban los pueblos del sur; pero a ella le bastó una dulce mirada, para robar el corazón de Manuel.
Pronto surgió entre ambos una mutua atracción y temblaron de emoción cuando sus labios se encontraron,
La barrera del idioma, no impidió el entendimiento de sus corazones.
Eran mayores, pero ambos se sentían adolescentes, con besos furtivos, que terminaron en una pasión desenfrenada.
Brigitta viajó a la nieve y Manuel lloró su ausencia. Aquel amor pareció quedarse en un fugaz encuentro de primavera. Sin embargo, se acrecentó en la distancia y enardeció el deseo del reencuentro.
Manuel siguió a su amor meses más tarde, cuando el otoño coloreaba los paisajes de Suecia.
A la música. el vino, las rosas y el calor del fuego, siguieron las caricias, los besos y los abrazos.
La pasión del sur, irrumpió ardorosamente en el sosiego de la mujer del frío.
Bebieron sus besos, recorrieron las geografías de sus cuerpos y fundieron su amor hasta el éxtasis. dibujando para siempre una sonrisa en sus corazones.
Cuando Brigitta bajó al sur, se enamoró de la alegría, la luz y el duende de España.
Un atardecer, ambos depositaron sus nombres en el hueco de un árbol y lo sellaron con un beso.
Habían escrito y sellado su futuro
Los ojos del sur, venían de tierra caliente y reflejaban la vida luminosa del Mediterráneo.
Eran vivarachos y rezumaban la sabiduría de las civilizaciones que habían poblado las tierras de España.
Los ojos del norte, eran hijos del frío y rezumaban la dulzura, serenidad y melancolía de las tierras que añoran el sol.
Por las venas de Brigitta, circulaba la misma sangre vikinga, que siglos antes, saqueaban los pueblos del sur; pero a ella le bastó una dulce mirada, para robar el corazón de Manuel.
Pronto surgió entre ambos una mutua atracción y temblaron de emoción cuando sus labios se encontraron,
La barrera del idioma, no impidió el entendimiento de sus corazones.
Eran mayores, pero ambos se sentían adolescentes, con besos furtivos, que terminaron en una pasión desenfrenada.
Brigitta viajó a la nieve y Manuel lloró su ausencia. Aquel amor pareció quedarse en un fugaz encuentro de primavera. Sin embargo, se acrecentó en la distancia y enardeció el deseo del reencuentro.
Manuel siguió a su amor meses más tarde, cuando el otoño coloreaba los paisajes de Suecia.
A la música. el vino, las rosas y el calor del fuego, siguieron las caricias, los besos y los abrazos.
La pasión del sur, irrumpió ardorosamente en el sosiego de la mujer del frío.
Bebieron sus besos, recorrieron las geografías de sus cuerpos y fundieron su amor hasta el éxtasis. dibujando para siempre una sonrisa en sus corazones.
Cuando Brigitta bajó al sur, se enamoró de la alegría, la luz y el duende de España.
Un atardecer, ambos depositaron sus nombres en el hueco de un árbol y lo sellaron con un beso.
Habían escrito y sellado su futuro
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