Hemos alcanzado una gran expectativa media de vida, gracias al progreso económico, los hábitos saludables y los avances de la Medicina. Este logro, ha puesto en riesgo nuestro sistema de pensiones y a los viejos, se nos considera ya una "carga social"
Décadas atrás, los de nuestra edad, eran unos viejos respetables y respetados, cercanos al "marmolillo final" y hoy, somos física y mentalmente, más jóvenes e independientes.
Somos abuelos serenos, cómplices de nuestros nietos, a los que transmitimos paz, amor y sabiduría. Al mismo tiempo, nos cuidamos, viajamos por el mundo, soñamos y nos enamoramos.
"Morimos cuando dejamos de soñar"
Somos muchos los que aún soñamos y deseamos vivir plenamente muchos amaneceres
En esas estamos cuando un virus maldito, ha surgido de las entrañas de China, con ansias de muerte y lágrimas
Mientras, nuestros políticos, han estado a otras prioridades, han pecado de negligencia, imprevisión e inoperancia ante el "Covid 19" :
"Más mata el machismo que el coronavirus"
Con los servicios sanitarios colapsados y con escasez de EPIS y de camas en las UCIs, ha sido preciso aplicar un protocolo médico. El objetivo es alcanzar la mayor utilidad social durante una guerra sanitaria, cuyo dogma es la "Ética utilitaria" en una situación extrema de gestión de la catástrofe:
"Máxima rentabilidad a la extrema limitación de los recursos disponibles"
"Priorizar al que tenga posibilidad de vivir más años; no al que más lo necesite"
Es decir, que un paciente de 50 años sin patología grave, tendría prioridad de atención sobre otro de 75 en situación critica. Prima la expectativa de tiempo que pudiera vivir un paciente tras sanar.
Nuestros ángeles de bata blanca, salvan vidas, arriesgando las suyas; deben "jugar a dioses", decidiendo, quienes vivirán al amanecer y consuelan los enfermos terminales. Derrochan un desgaste físico y mental enorme, que les dejará traumas psicológicos a medio plazo.
Por todo ello, el protocolo médico para realizar un "Triaje de guerra", establece que los enfermos sean clasificados por colores:
Verde: leve y recuperable
Amarillo: menos grave y recuperable
Rojo: en estado crítico de actuación urgente
Gris: ancianos; atención en último lugar, si hay tiempo y recursos
Negro: no recuperables; sedar y dejarles morir
Si bien las estadísticas cambian rápidamente, hay unas cifras indicativas que confirman el protocolo:
Rango de edad Hospitalizados Ingresados en UCI Fallecidos
60 a 69 años 18,7% 27% 8,0%
70 a 79 años 24,6% 35,8% 20,9%
>80 años 23,8% 7,3% 67,3%
"Vivir o morir, mientras silban las balas de muerte, sobre nuestras sienes"
Los que nacimos durante la guerra civil o poco después, somos la generación que levantó un país destrozado, dio vida a nuestros jóvenes y les procuró un futuro mejor. Sin embargo, ahora somos "viejos desechables"; nos aplican un protocolo de Ética utilitaria; nos "trían" en color negro o gris y nos roban el mañana.
No culpo a los ángeles de bata blanca, sino a quienes no han previsto a tiempo la pandemia, ni sabido gestionarla.
"Mis coetáneos, mueren y son enterrados solos"
"Quedan los recuerdos, las cenizas, unas viejas fotos y la obligación moral de exigir justicia"
Comparto totalmente tu visión del asunto
ResponderEliminarGracias por el comentario. La realidad es triste, pero hay que enfrentarla
ResponderEliminarMuy bien Miguel, muy acertado. Da pena pero es así. Con una mejor previsión por el gobierno se podría haber evitado una gran parte. El gobierno no puede evadir su responsabilidad preguntando que hubieras hecho tu. Ellos son los que gobiernan y son los que tienen que tomar las decisiones. Cuando todo acabe habrá que exigirle responsabilidades y dimisiones. Si no saben lo que hay que hacer, que se vayan a su casa. Un abrazo.
ResponderEliminarToda la razón.. Y que no me digan que es un problema global. Era un problema que lo podríamos haver evitado.
ResponderEliminarGracias Vanesa, por tu comentario
ResponderEliminarGracias también al desconocido que ha comentado mi articulo
ResponderEliminarMe has dejado sin palabras, Miguel. Tristísimo testimonio de la realidad en tus palabras y magníficas las fotos que las acompañan. Comparto todas y cada una de tus palabras y me apunto especialmente a la última línea: … nos queda la obligación moral de exigir justicia.
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