La vida es un continua lucha, incluso desde antes de crearse. Venimos al mundo tras una selección natural de los progenitores, incluso en la especie humana, si bien en nuestro caso, camuflada en educación, astucia, simpatía y posibilidades de futuro que las futuras madres sopesan como garantía de supervivencia de la prole.
Realizados los emparejamientos y cumplida la función sexual, sólo el espermatozoide mas dotado fecunda el óvulo para comenzar una nueva vida.
Si la madre gestante pasa hambre y penurias o incluso si ésta es bastante joven y aún tiene expectativas de crecimiento, el feto se apropiará de la energía necesaria para la supervivencia.
Cuando nacemos, el instinto nos lleva directamente a succionar la leche materna, sin importarnos la situación de la madre, ni su derecho al descanso.
Mientras, otras especies animales se disputan el territorio de cría y llegado el momento, se roban incluso los materiales para hacer el nido, por ejemplo.
Es la ley de la supervivencia, en la que triunfa el más fuerte y el más capacitado para adaptarse al medio.
Cuando los niños crecen, compiten con sus amigos en juegos que sólo son una forma de medir sus fuerzas y la capacidad de seleccionar la futura hembra; lo mismo que ocurre en el resto de las especies animales, ya sean mamíferos, aves, reptiles, insectos, arácnidos,..., sí, incluso las arañas. Nunca olvidaré que las peligrosas arañas australianas de mortal picadura, se vuelven más agresivas en su época de reproducción, como ocurre por ejemplo, con los ciervos durante la berrea.
Lo que los humanos llamamos egoísmo, no es sino dar rienda suelta a nuestro instinto de supervivencia. Como somos racionales, nos hemos dotado de normas legales, códigos de conducta y sistemas organizativos, que impiden o al menos limitan, la cruda manifestación de nuestros instintos.
Entran entonces otros factores, como la convivencia, la solidaridad y los sentimientos.
La inmensa mayoría de los seres humanos, tendemos a poseer cosas, a tener propiedad privada, a acumular riquezas,.... sin tener en cuenta en muchos casos, los valores ya citados.
Hemos formado grupos de identidad, promoción y defensa comunitarios. Nacen así los burgos o ciudades, las naciones, las organizaciones internacionales, las entidades gremiales, las organizaciones obreras, que con su lucha sindical, han mejorado tanto las condiciones de vida de los casi esclavizados obreros del siglo XIX
Hoy en día, las sociedades modernas, regulan reglamentariamente los tiempos, los espacios, las actividades y los comportamientos de los seres humanos, para hacer la vida llevadera y viable. De esta forma, se regulan los horarios de recogida de basuras de trabajo y de cierres de establecimientos, por ejemplo; se normalizan los productos o se establecen las medidas de muchas instalaciones o actividades.
De esta forma, los bienes y servicios, se compran con dinero, que no es más que la representación de la energía capturada o acumulada que sirven para asegurar nuestra supervivencia.
Cuando un comerciante vende kg con menos de 1000 g o el dueño de un garaje aminora excesivamente el tamaño de las plazas de aparcamiento para tener más y ganar más dinero, tiene en cierto modo, un comportamiento equivalente al de un ave, cuando roba a su vecino los materiales para hacer su propio nido.
La competencia facilita la supervivencia y permite la evolución de las especies. El egoísmo, es una forma de supervivencia, pero que nadie se engañe conmigo, pues me atengo a las reglas y los valores humanos
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