Es el origen de muchas palabras de frecuente uso, como ensalada, salmorejo, salsa o salchicas, pero también, de salario (salariun argentum), por ejemplo.
Ha movido economías, y sido objeto de impuestos, guerras y monopolios.
La sal, considerada antiguamente como Oro blanco, fue objeto de comercios singulares, como las caravanas de sal en el desierto del Sahara en Argelia o en el desierto del Danakil en Etiopía, sin olvidar la Vía Salariana del Imperio romano y los mercados de la sal de los indios maya.
La sal se mete en los bolsillos de los novios, para prevenir la disfunción eréctil y se rocía sobre los zapatos de las novias para estimular la función reproductiva, mientras aún hoy día, los pueblos eslavos, ofrece pan y sal como signo de hospitalidad.
Nuestra piel de toro, se obtenía en Cabezón de la Sal y actualmente, hay numerosas salinas, como las del delta del Ebro, las de Torrevieja o las de San Fernando, donde a su vez, se obtienen sabrosos lenguados de estero, por ejemplo.
Si bien es denostada por los riesgos de hipertensión, sirve, enriquecida con yodo o con flúor, para prevenir el bocio y las caries, respectivamente.
Sal de mar, sal del Himalaya, sal negra, ahumada, kosher, de apio,... son joyas gastronómicas, humildes, pero imprescindibles, en su justa medida, para dar sabor a nuestros alimentos.
El vinagre, o vinun acre, es una fermentación acética del alchol, previamente obtenido de la fermentación de la uva, el azúcar de caña, el arroz, las fresas o las frambuesas, por ejemplo.
Sirve para aliñar ensaladas, hacer escabeches marinados y encurtidos.También vale para limpiar cristales, eliminar depósitos de cal, suavizar la ropa, prevenir la caspa o calmar las picaduras de insectos
Sal y vinagre, dan juntos muchos placeres en la mesa, pero hay quienes las asocian con ciertos maleficios que que se deben prevenir.
Algunos piensan que derramar accidentalmente la sal, da mala suerte y otros, practican el Ritual de la sal y el vinagre, para eliminar las energías negativas provenientes de la envidia, el resentimiento, la melancolía, la ira y los pensamientos negativos en general.
Personalmente, tomo sal con moderación y soy un entusiasta del jamón curado, el bacalao en salazón, las anchoas en aceite y el pescado a la sal. Y no digamos, de los deliciosos boquerones en vinagre que tantos recuerdos de infancia y juventud vienen a mi memoria.
Eso sí, prefiero un tio salao que un tío avinagrao, pero ya no hablo de placer culinario, sino de la sal de la vida.
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