Si alguien rompe un cristal de una pedrada, es posible que otros se animen a repetir la hazaña. Si los responsables no son castigados y los cristales repuestos, nuevas piedras deterioraran el lugar .
Si la autoridad es pusilánime y hace dejacion de sus funciones, grupos de inadaptados sociales, crecerán a la sombra del deterioro físico del entorno. Paulatinamente, el ambiente se deslizará hacia un ambiente sin ley.
Algo parecido ha ocurrido con el estado de las autonomías.
Se concedieron competencias que nunca debieron transferirse, desapareció la alta inspección del Estado y algunas autonomías rompieron a pedradas los cristales del ordenamiento jurídico.
Los nacionalismos socavaron lenta pero inexorablemente, la autoridad del Estado central, incumplieron las normas, desobedecieron las sentencias del Tribunal Constitucional, educaron sus jóvenes en el odio y el desprecio a España y esperaron el debilitamiento de nuestra nación.
Tras la grave crisis económica sufrida por nuestro país, los catalanes creyeron que su momento había llegado.
Habían propiciado la llegada al poder, de un incompetente presidente de Gobierno, al que arrancaron un Estatuto envenenado; creado una red de acción exterior; engrasado una maquinaria propagandista interior; establecido un entramado social como apoyo civil de sus actuaciones de gobierno; preparado leyes de desconexión del Estado; organizado un embrión de espionaje y desarrollado una policía autonómica, que pudiera transformarse en un ejército propio en un futuro.
Habían invadido la sociedad civil y era el momento de lanzar la gente contra el Estado opresor que les robaba y oprimía.
El. Govern es culpable de saltarse la legalidad y los sucesivos gobiernos de España, son culpables por su tibieza en el ejercicio de su autoridad.
El niño malcriado que tiraba piedras a los cristales, es un adulto que transgrede el orden constitucional; destroza la convivencia; pone en jaque las instituciones; hunde la economía de Cataluña; divide la sociedad; extiende sus raíces a las comunidades de Valencia y Baleares, con visos a un futuro Estado de países catalanes y pone en riesgo la unidad y la supervivencia de España como nación.
Es preciso reponer los cristales rotos, barrer la basura, establecer la ley y el orden, potenciar la alta inspección del Estado, recuperar las competencias que han servido para el adoctrinamiento de la juventud, asegurar la pluralidad informativa, eliminar los órganos ilegales de representación exterior y actuar con celeridad y rigor, cada vez que alguien lance una pedrada a los cristales de nuestra nación.
Para ello, los españoles debemos tomar conciencia de que el interés de todos, está por encima de las regiones y por supuesto, de los partidos políticos, que deben ser exclusivamente un medio de progreso y bienestar y nunca un fin en sí mismos.
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