Partimos de Kiruna a un lugar perdido en la nieve. Anochecía con rapidez, y pudimos ver la iluminada pista de sky de la ciudad del frío. Cielo negro, suelo blanco, frío desapacible, incógnita del tiempo inmediato.
Llegados al destino, esperaba entrar en mi dormitorio, arrastrar mi frío personal y el desasosiego con una ducha caliente y reconfortante, antes de emprender una nueva aventura. No fue así.
Éramos un grupo multinacional de ocho personas, en los que habíamos australianos, ingleses, alemanes, canadienses, suecos y yo mismo, como único latino. Entramos en un amplio establo de caballos islandeses, nos equipamos con ropa de frío extremo, ensillamos los caballos y nos dispusimos a cabalgar la noche.
El vaho de nuestros caballos y de nosotros mismos, ya daba al ambiente un tono de aventura. La luna llena le confería un aire de misterio al camino. Era un sendero por un bosque de abedules. El silencio era absoluto. Íbamos en fila india, a boca cerrada y con cascos de caballo silentes por la nieve. A veces, sorteaba alguna rama del camino.
Recordé mi solitaria aventura de años atrás, también en diciembre, en las montañas de Canadá. En aquella ocasión, iba sólo, a pié y siguiendo mis propias huellas para volver a la cabaña donde vivía. Iba veloz y apurado, pues la nevada limpiaba el rastro que había dejado previamente. En la ida, no había observado rastros de vida, pero en el retorno, fotografié inquieto, huellas de aves, de zorros y de otros animales que luego no logré identificar.
Observé desde el caballo, que la inmaculada nieve tenía pisadas de fauna salvaje. Esta vez, tenía la misma curiosidad, pero confiaba en el grupo. Tan sólo velaba por retener al impetuoso caballo que montaba.
Cuando atravesaba claros del bosque, disfrutaba de los plateados reflejos de la luna en la nieve. Vi huellas de un encuentro de caza, en la que algún ave o conejo, habría sucumbido a un lince o algún zorro.
Cuando volvimos al establo, estaba cansado y emocionado por aquella experiencia de vaho, frío y plata por la noche del gran norte.
Entramos en una cabaña sami, era cónica y disponía de un fuego en el centro. El vértice del cono estaba abierto y disponía de una rejilla por la que atravesaba el humo hacia el cielo, donde se ahúma habitualmente la carne.
El recinto estaba acondicionado de numerosas pieles de reno. Cenamos sopa de carne de reno, y un guiso de carne de alce; luego, tomamos un bronco café negro de puchero y un pan sami con mermelada de bayas silvestres de la región.
Los guiris hablaban en inglés. Estaba, cansado y harto de "hablar extranjero", así que me sumergí en mi mundo interior.
Cuando los guiris se marcharon, "salí a la noche" con Gunilla para mirar el cielo negro. Ansiábamos ver la danza verde de la aurora boreal. Era pesimista, tras el fiasco en Abisko, pero la suerte nos deparó una tímida aurora que me supo a poco.
Puedo decir sin embargo, que he sido afortunado por haber visto varios fenómenos del cielo: un eclipse total de sol en Mauritania; una luna de sangre en España; un arcoiris redondo llamado sundog, en Canadá y ahora una aurora boreal en Suecia.
Puedo decir sin embargo, que he sido afortunado por haber visto varios fenómenos del cielo: un eclipse total de sol en Mauritania; una luna de sangre en España; un arcoiris redondo llamado sundog, en Canadá y ahora una aurora boreal en Suecia.
Había amanecido. A Gunilla y mí, nos esperaba una aventura de nieve y renos; un sueño para mí que por fin se haría realidad.
Desayunamos cereales, un consistente queso de la región, embutido de reno, carne de alce, huevos y arenques marinados. Eran las 7 de la mañana. Veíamos los caballos del establo a través del cristal del comedor. Una cabra, inquieta por su avanzada gestación y un gran gato noruego, querían hacernos compañía.
El sol teñía de naranja el cielo; algunos caballos amanecían al aire libre, mientras comían el heno esparcido sobre la escarcha. Algunos alces habían saltado la valla y compartían con estos la comida.
Partimos "al más allá", hacia los renos. Me emocioné ver una manada de renos ramoneando líquenes entre la escarcha. Nos recibió Mary, una sami que alterna el cuidado de su rebaño, con clases de sami por radio, para que los jóvenes de su etnia, no pierdan sus raíces culturales.
Supimos que entre Noruega, Finlandia, Suecia y Rusia, hay unos 150, 000 samis y nos mostró la bandera que representa este pueblo en regresión,
Aprendimos el manejo de los renos, incluyendo su identificación animal, alimentación, nomadeo, cuidados sanitarios y la producción de carne. Supimos que durante el aprovechamiento de los pastos de montaña durante el verano, tienen numerosas bajas por ataque de osos, wolverines y linces, principalmente.
Mary se sorprendió por mis preguntas técnicas y le confesé que era veterinario. Me enseñó entonces, corrales, embarcaderos e incluso un matadero específico para renos.
Disfruté enormemente dando de comer líquenes a los renos y ayudé a seleccionar dos machos con los que recorreríamos un largo trecho dirigiendo individualmente un trineo.
El reno que me tocó en suerte, emprendió a galope y a duras penas pude mantenerme estable en el trineo en la primera curva cerrada. Poco a poco, pude controlarlo y disfrutar de una experiencia única y maravillosa.
Al bajarme del trineo, me hundí en la nieve casi hasta la cintura, estrellando mi cara sobre la nieve. Pude salir con ayuda de un sami y quedé tendido en la nieve.
Nos refugiamos en una cabaña sami. Nuevamente el fuego, las pieles de reno, una sopa de reno, verduras cocidas y un negro café de puchero, todo servido en típicos cuencos de madera, con asa de empuñadura.
Creímos terminar la jornada, cuando de vuelta a nuestra residencia, paramos en Kiruna. El conductor del coche, nos mostró su casa y admiramos una piel del oso que había cazado, un hueso que tienen los osos en el pene, una cola de urogallo, bolsas de cuero, donde los samis guardan el café, el té o las especias, calzado y diversas artesanías hechas de madera y cuerno tallado de renos.
Caballos islandeses
Gunilla y yo en la cabaña sami
Sundog
Aurora boreal
Amanecer en el centro ecuestre
Alce
Bandera sami
Hacia el mundo del reno
Con Mary, la mujer sami que nos atendió
Dando de comer liquen a una hembra de reno
Preparando los trineos
Gunilla, siempre feliz en la nieve
Tras el "hundimiento" en la nieve
Cabaña sami
Wolverine
Lobo
Línce
Con sombrero sami. Si el adorno rojo es
lateral, significa que el portador es soltero;
si lo tiene hacia delante, que está casado
El hueso peneano o báculo que tienen los osos
Artesanía sami
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