Cuando emprendí la larga travesía, imaginaba un mundo de emociones, no exento de peligros, pero llenos de vida, novedades y aventuras.
Estar en las antípodas de España, era sinónimo paisajes impresionantes, abundancia de rubios y pelirrojos, gente apasionada por el deporte, un outback duro, peligroso y apasionante y una fauna salvaje llena de canguros, wallabies, emúes, dingos, cocodrilos, tiburones blancos y la mayor concentración de las serpientes más venenosas del Planeta.
Pero estoy a 500 km al norte de Brisbane, en el interior, a unos 200 km de la costa.
Cuando emprendí viaje a este lugar, descendí en la estación de tren de Miriam Vale, lugar de paso hasta el gran outback australiano, camino de la famosa montaña sagrada Uluru.
La familia helpx que me acoge, es una encantadora pareja con los hijos ya casados. Sienten el síndrome del nido vacío y disfrutan acogiendo gente como yo, procedente de lejanos países, que les aportamos ayuda, compañía y una ventana para ver otras sociedades del mundo.
Jo es profesora de jóvenes disminuidos psíquicos y recorre 100 km diarios a través de las montañas, para atender a sus alumnos.
Darrell, es dueño de Timba, una serrería donde trabaja con enormes eucaliptus de casi un metro de diámetro.
Además, ambos tienen una “pequeña” explotación ganadera de 1,500 hectáreas, donde explotan en régimen extensivo, un rebaño de cebúes.
Cada día, se ausentan a las 6 de la mañana y yo permanezco en la casa, donde realizo tareas de jardinería. Labor que desempeño de 6 a 9 de la mañana, antes de que el sol de primavera, me caliente el cráneo.
Cada atardecer, Jo, Darrel y yo, nos desplazamos a la propiedad para supervisar el ganado.
Debemos ir por pistas y campo a través y atravesar 3 cauces de río, totalmente secos y llenos de cantos rodados. Frecuentemente, debemos parar el vehículo, porque el ganado permanece en la mitad del camino.
No hay cocodrilos en esta zona. Este riesgo, comienza 200 km más al norte.
Como la paridera es preferentemente en primavera, cada jornada, vemos nuevos nacimientos de terneros de la raza brahman, blancos o retintos.
Ayer se desató una gran tormenta eléctrica, seguida de un descomunal aguacero. Hacía dos días que olía el viento, y aunque desconozco este medio, avancé que venía agua. No me equivoqué.
Fuimos con rapidez por si la tormenta amenazaba la seguridad de los animales, pero éstos, de aguzado instinto, se habían trasladado con sus crías a las colinas más altas de la propiedad.
El mayor riesgo que tienen los cebúes, aparte de las lógicas enfermedades, es el ataque de los dingos a sus terneros.
A la vuelta, los secos cauces se habían llenado de agua, pero no hubo problemas para pasar. No es siempre así, pues como en otros lugares, estos ríos torrenciales, llegan a tener 5 metros de altura y son causa de muerte y desolación.
Esta mañana, cuando Darrel ha visto mi trabajo de desbroce y acondicionamiento de una zona del jardín, me ha recordado un riesgo que ya había desdeñado.
A mí lo que empezaba a molestarme, era leer los mensajes de teléfono en la oscuridad del dormitorio, y notar mi cara llena de mariposillas nocturnas que acudían a la luz.
Estamos en una zona con gran abundancia de serpientes; las más venenosas del Planeta y están por todas partes.
Había pensado, que al estar en una zona con presencia humana (unas 15 personas), no era un riesgo real, pero me informa que incluso en grandes ciudades, como Sydney o Brisbane, se encuentran a veces éstas serpientes.
Él las ve con frecuencia en su serrería.
Los bajos de la casa, construida sobre sólidos troncos de eucaliptus, pueden ser un excelente refugio para ellas, notablemente, cuando las grandes lluvias incitan a éstas a ponerse al abrigo o cuando, una rana, con un potente y profundo canto, no cesa de hacer ruido bajo la casa, con opciones de ser cazada.
¡Aviso pues para navegantes!
No debo bajar la guardia; debo ser consciente del peligro y saber, que el punto rojo, ubicación en Google del lugar en el que me encuentro, está a 100 km del hospital.
No me ha extrañado la noticia, pues la tienda más cercana, está a una hora de coche
Por ahora, el balance es aislamiento, calor, soledad, riesgo y ausencia de la fauna que ansío ver, si excluyo la visión de aves desconocidas, con movimientos y cantos ajenos a mi experiencia personal
Pero quedan muchas hojas de calendario por arrancar, camino del turrón de España
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