martes, 27 de octubre de 2015

Australia. Capítulo 6. Ranas, sapos, lagartijas y otras alegrías

Esta tarde, bajé las escaleras de acceso a la casa, sin encender la luz. Es una actitud que repito a menudo en casa y algún día tendré un disgusto.

Esta vez, solo ha sido un susto. A media escalera y con la mano derecha en la barandilla, me topé con una masa húmeda y carnosa.

Di un respingo y sentí un escalofrío. Era la rana cantora, que había salido de su ya referido apartamento, en un cono de recepción de aguas pluviales de la casa.

Ella tampoco debía estar tranquila, porque dio un salto y cayó sobre una planta junto a la escalera.

Salvando la distancia y el tiempo, me acordé de una situación que viví en mi casa de Sevilla.

Entraba de la calle y fui a encender la luz del hall. Mi madre, que también tenía la misma costumbre que yo, fue a encender la misma luz.

Mi mano se posó sobre la suya sin haber advertido previamente nuestra mutua presencia.

No, no morimos de infarto, pero el susto fue morrocotudo. Unos días antes, unos ladrones habían entrado en casa y se habían llevado las joyas de mi madre. Estábamos más que sensibilizados, con este tema.

Minutos más tarde, vi en la semipenumbra, un bulto que se movía. Supuse que era la rana y se me ocurrió cogerla. Un tic de infancia que me da felicidad.

Darrel me sujetó la mano. No era una rana, sino un enorme sapo, que además y para no variar, también era bastante venenoso.

Encendí la luz para no llevarme el tercer susto del anochecer y subí a la cocina.

Hice un gazpacho que les supo a gloria bendita y después, me vine a mi torre de marfil para escribir unas lineas.

Tomasa, como así llamo a la lagarta de mi dormitorio, se pasea con impunidad por las paredes de mi rincón.

Siento hacia ella, lo mismo que los cocodrilos, sienten por las aves que les limpian las dentaduras.

Yo no la molesto y ella me quita bichos del medio, sin tenerle que pagar un sueldo, ni cotizar por ella a la Seguridad Social. Un auténtico chollo, siempre que se mantenga a suficiente distancia.

El sábado partiré para Brisbane y el lunes estaré en una zona tan turística como costera, llamada Koffs Harbour.

Nueva vida, nuevas experiencias y lo que es muy importante, con abrazos de viejos amigos australianos.

Espero hablar de otras cuestiones, aunque recuerdo que vi una foto de su piscina, con el cochecito de un nieto aún lactante. 

El niño no estaba en el coche, pero a su olor, había acudido un varano, de unos dos metros de longitusd y unos 30 kg de peso. Todo un elemento que no deseo ver, pues ya he hecho mi cupo de sustos varios. Intentaré obtener una copia de aquella foto, para incluirla en este artículo


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