Mi primer domingo en Australia, no ha sido normal. Salimos
para comprar los ingredientes de un gazpacho y una sangría para visitar una
zona donde suelen estar los canguros.
Cámara en ristre, me disponía a disfrutar de un domingo
especial y lo fue…
Parecía un enjambre que corría por la carretera, pero era
una larga cadena de motoristas, viviendo la libertad al viento con el ruido de
sus máquinas.
Una curva cerrada, un puente sobre un río torrencial, un
derrape, un motorista al suelo, una tibia rota con herida abierta. Delante de
nosotros, como espectadores directos de una tragedia que se quedó en un
accidente controlable.
Jo tiró de emisora, pero las montañas no permitieron
contacto con la torre de control. Fuimos a un teléfono, avisamos a emergencias,
volvimos con el herido y esperamos la
ambulancia.
Resuelto el tema, vimos una especie de negra cigüeña, de
difícil visión.
Quise acercarme más, a través de una vegetación tupida del río.
Jo me lo impidió, recordándome el riesgo de unos colmillos de veneno y muerte.
Algo pardo se movió, intuí el peligro, y retrocedí sin querer saber más del
asunto.
Fotografié unos raíles de tren, a todas luces abandonadas,
cogí la bolsa con la compra y regresamos al “punto rojo”.Lo siento, lector, si
quieres saber a qué me refiero, lee el artículo anterior.
Tras un breve lunch Jo y yo, fuimos a la propiedad ganadera.
Supervisamos los animales y me metí entre el rebaño de cebúes, para hacerme
unas fotos. Libres y semisalvajes, se retiraban ante mi presencia, salvo las
madres, que defendían sus crías con determinación.
Por prudencia, evité
acercarme a ellas, pues ya he tenido suficientes revolcones en mi vida con
vaquillas bravas.
No he venido desde tan lejos, para que una cebú tire mis
huesos al suelo.
Caminaba entre el pasto, ofrecía henos a sendas yeguas que
pastan su libertad ganada tras años de servicio y verificaba cada mierda vacuna
del camino, no por asco, sino por prevención de encontrarme algo pardo
enroscado.
De vuelta a casa, extendí papeles de periódicos abiertos sobre
la tierra de un gran parterre, los regué luego y los cubrí con una amplia capa
de cortezas de árbol. Una forma tan ecológica como aussi, de luchas contra las
malas hierbas.
Paseé los perros pastores, tan inteligentes como bien
educados y luego, volví a la propiedad para atender el gallinero. Sólo 8
gallinas, rojas, hermosas, con plumas hasta las patas y muy ponedoras.
El retorno fue rápido. Las nubes tenían ganas de llorar y Jo
y yo, teníamos una importante tarea: hacer una sangría española, como primer y
lúdico encuentro con la cultura gastronómica que represento.
La cena está casi lista, tres filetes inmensos en la
barbacoa, la sangría, un arroz con calabaza
asada y una pequeña sorpresa, será
la antesala de la cama.
Como traca final, les enfrentaré sin piedad a un quemadillo
de brandy, con su sensación de brujo aquelarre antes de ir a cada cama a
brújula biológica perjudicada.
Una feliz jornada, con hueso roto, susto de río, canguros de
vacaciones, cebúes y caballos visitados, huevos robados a las gallinas, calor
de barbacoa, filetón en el monago, sangría en el body y que venga el lunes si le
da la gana.
Pobres cebúes. ¡Qué triste vida la suya! Les veía hoy corriendo hacia nosotros, en busca de una golosina en forma de heno, moviendo sus grandes orejas, como si tocaran las palmas en un tablao y un pasado mañana cualquiera, reposando en un plato metiéndole el cuchillo a su grupa.
Olvidaba un pacto. El 1 de noviembre, parto para Brisbane
para seguir la vida hacia Coffs Harbur, un paraíso tropical, unos amigos
australianos de muchos años y ya veremos lo que haya que ver.
¡Lo que sea será, lo que viva escribiré y quien quiera
leerlo, que lo lea!
Soy Miguel, el de siempre, pero dando trabajo al GPS de mi
vida, con un ratito al norte, y otro al sur; una pasadita por occidente y otra
por oriente, en los cuatro puntos cardinales, en la cruz de la geografía, en el
crisol de razas, en la cultura y los sentimientos de los pueblos del mundo.
Nota del autor:
La dificultad de usar internet vía satélite en la Australia profunda, no permite cargar las numerosas fotos que he obtenido.
Lo siento lector, si tienes curiosidad de ver más colores del reportaje, tendrás que esperar una semana, cuando esté en un ambiente más urbano.
Solo incluyo aquí una reducida muestra fotográfica
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