Kikda. Este de Argelia. Frio en gran hotel semi vacío. Desayuno de café y croissant. Exactamente como todos los días de estancia. Párpados pegados de noche sin sueño. Frases grandilocuentes. Cifras mareantes. Noche de trabajo, de piernas hinchadas y alma abotargada.
La Policia secreta nos aborda y nos prohíbe el regreso a Argel. No sin escolta policial, por ser europeo, de misión de expertos, de neuronas fértiles y arrugas de experiencia. Aquí, somos alguien, mientras en Europa, me siento como un producto acabado, más que amortizado.
Aquí nuestra experiencia es ley y nuestra vida, aunque cansada, es un tesoro que ofrece corazón y mente, a un pueblo que quiere un lugar en la historia y lucha por su futuro.
Sirena delante. Sirena detrás. Música árabe en el coche. Repetitiva, en una mezcla de jamalaja entre los niños de San Idelfonso y una saeta sevillana.
Papeles de periódico en la ventana, cerrando la luz del sol y el paisaje de nieve del camino. Ordenador en mano, trabajando un informe. Italiano hablado algo parecido al francés, gesticulando como un boloñés; francesa savoyard y español de ni se sabe, demasiado andaluz en el norte y demasiado del norte en el sur, pues hablo fino, licuando las eses.
Las azules luces del coche de policía, nos destella la ruta y los pises no son cuando apetecen, sino cuando los pistolas lo deciden.
Bocadillo grasiento de patatas fritas con un asomo de pollo frito, un mordisco de plátano y dos dedos de sol o dátiles de oasis.
Hambre de llegar al hotel de Argel y decir sweet home bis. Pero el embotellamiento de Argel nos lleva a desparramar ciencia en una última reunión técnica.
Camisa sudada. Zapatos cansados de pisar polvo del camino. Manos ahítas de darse en saludos. Cuerpo en derrota, de verticalidad luchada.
Por fin internet. Al fin sé que mi hijo corre caminos está a salvo en tierras de España y a saber cuál será la próxima experiencia de corazón paterno encogido.
Vida dura, en tierras extrañas, ajenas a campanarios, que besa la media luna y sonríe tras los velos de mujeres de escondida faz.
Maleta abierta. Ducha humectante. Historia sudada fugada, por el sumidero de la ducha.
Mar al fondo, peleándose con el éter del cielo, por definir el horizonte. Estomago reivindicativo, pidiendo materia contra la gazuza.
Españoles , franceses y un italiano, camino de cerveza, vino, gambas y pescado. Noche de grises vinos de alegría, buscando sonreír la vida que siempre se escapa.
Ponerse de pie un peligro llevadero. Un adiós. Un hasta luego. Que ricas las gambas. Qué bueno el pescaito. Yo me tomo un whisky. Pues yo me voy pa casa, que esto no es lo mío. Y aquí estoy, patas en alto. Dedos en el teclado. Corazón envinado. Ojitos a lo pequeño. Corazón a lo grande. Cepillos a los dientes. Ropa a donde caiga.
Cama grande de dos por dos que son cuatro, para uno solo, que hoy por hoy, no soy uno de los sin vergüenza. La cama espera el abrazo del viejo cansado, de espíritu joven.
Vivir es bello. Y que ricas las gambas, en la noche argelina
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