Ya de niño, dedicaba parte de mi actividad a ayudar en casa. Eso implicaba no dar demasiado la lata y emprender pequeñas responsabilidades: limpiar los garbanzos y las lentejas, llevar la bolsa de la compra, hacer recados, ayudar a hacer madejas con los ovillos de lana, ayudar a pequeñas actividades de cocina y cosas similares.
Dada mi escasa autonomía personal infantil, debía acompañar a mi madre en sus muchas actividades. Es así, como a lo largo de mi vida, he debido resignarme a largas esperas de pruebas de modistas, compras en tiendas de ropa interior, perfumerías y parafarmacias, de señoras, por ejemplo.
Los años no me libraron de estas tareas, pues es lo que tiene ser hijo, marido, cuñado o suegro, por ejemplo.
A veces, he debido hacer gala de colmada paciencia, como un simple acompañante, razón por la cual, no me sentía especialmente incomodo en un lugar específicamente femenino.
No hace mucho, en un importante comercio neoyorkino que estaba de rebajas, encontré un paradisíaco asiento, desde el cual dominaba el paisaje y el paisanaje femenino, comprando ropa interior.
Mujeres de toda talla y condición, se superponían sin rubor, modelos castos, provocativos, insinuantes o directamente " Manolovenpormi".
Me entretenía mirando las mujeres e imaginando los modelos que escogerían. Fue muy divertido y también instructivo.
Vi wonderbras de pechos y de nalgas y todo tipo de artilugios "encandilamachos". Siendo observador, aquello daba para hacer un estudio sociológico.
Recordé el chiste del hombre solitario, que quiso comprar de regalo, un juego de ropa interior femenino y el dependiente le preguntó "Si lo quería caro o era para su mujer".
Superado el trance, me dio el aire de la calle, mientras cumplía con el deber de hombre; es decir, llevar los paquetes.
Esta mañana, debí entrar solo en una perfumería. Tenía el encargo de comprar un perfume, para una colega profesional argelina, con la que pronto trabajaré en su país.
Nuevamente, las rebajas habían atraído a numerosa señoras, que acudían a por olores y colores de autoestima y atracción de mujer. Aquello era una especie de "armería", donde se vendían "armas de atracción masiva"
Pedí socorro a una dependienta, pues de esta materia, no tenía ni idea, pero la pobre estaba desbordada.
Vino entonces en mi ayuda Shakira, una clienta que se ofreció gentilmente a asesorarme. Tras muchas poses, con bailes de caderas, labios en morritos pecadores y pechos en mascarón de proa, me sentí inicialmente cohibido.
La dependienta vino entonces a rescatarme y me asesoró rápidamente. Mientras esperaba a pagar, la "exhuberante", pidió hacerse fotos conmigo, a lo que accedí tan sorprendido como jocoso, terminando con una sonora carcajada.
Ya jubilado, habiendo visto de todo, estando fuera del mercado, liberado de prejuicios y pasando de todo, me había prestado a la broma, por el simple hecho de reír.
Algunos me darán la murga y con razón. Pero la vida es muy importante para tomársela en serio. Reír es sano y es mi deporte preferido.
Añado tres fotos, como testimonio gráfico de un jubilado en un mundo de mujeres, aunque no estuviera en mi ámbito y a lo mejor, tampoco era una mujer y ahí lo dejo.
Y a los amigos malvados, les digo:
¡Y sin dicen, que dizan....no fuéndolo!
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