martes, 17 de enero de 2017

Sueños amarillos

Los afanes de viaje, han llevado mis huesos y mi colesterol por medio mundo. Europa, África y el Norte de América, han sido mis destinos usuales.

Hay una asignatura pendiente: el Extremo Oriente. En especial y por el momento, la Península de Indochina.

Por razones históricas, de belleza y de exotismo, me siento atraído especialmente por Vietnam, sin desdeñar otros destinos de la región.

Tengo una gran capacidad de adaptación a climas, alturas y accidentes geográficos. También a las distintas culturas de los pueblos del mundo y creo, que podré adaptarme a un nuevo ambiente de humedad, calor, superpoblación e incluso a situaciones de claustrofobia.

Ansío visitar el norte de Vietnam y conocer sus ancestrales etnias, junto a la frontera china, pasear por sus montañas y ver el maravilloso espectáculo de los campos de arroz en bancales. Me seduce también entrar en las casas de sus habitantes y comprobar in situ, sus formas de vida.

Ver al héroe de la revolución vietnamita y disfrutar de los templos budistas, son visitas de interés, pero no creo que me sublime emocionalmente por ello, aunque quién sabe.

Sé pisar gruesas alfombras en hermosos palacios y museos, pero me gusta aún más, por el momento, pisar el barro de la vida y los escenarios auténticos, así como comer con los humos del camino, aunque estén exentos de servilletas de hilo y cubertería de plata.

Prefiero ver un mercado flotante sobre las aguas del Mekong e inundar mis retinas de los colores de la vida y sentir el embrujo de la majestuosa bahía de Halong, a bordo de un sampan, buscando entre la niebla, los paisajes de la belleza asiática.

Un paseo por el Río de los Perfumes, me parecerá una romántica aventura y una visita a la Ciudadela Imperial, me retrotraerá a la historia de este exótico país.

Alternar la dulzura de oriente, con historia y paisajes lentos, con momentos de acción, será para mi un nuevo recuerdo de futuro. Montar en un búfalo de agua y si fuera posible, en un elefante, puede ser emocionante.

Entrar en los túneles de los guerrilleros en su lucha por la independencia, usados en la guerra contra los franceses y los norteamericanos, sería emocionante. No por ello, obviaría un cierto agobio, moviéndome en estrechos y profundos pasadizos hechos a medida de los vietnamitas, impidiendo el acceso a la corpulencia de los soldados occidentales.

Entrar en la Camboya de los Kjemeres rojos de Pol Pot, puede generar escalofríos por el terror de la brutalidad habida. La imagen de miles de calaveras acumuladas en grandes almacenes, puede sobrecoger el alma del visitante, de igual modo que una visita a un campo de exterminio nazi durante la "Segunda gran Guerra"

Ver los famosos templos de las regiones del Bayón y de Ta Prohm, pueden dejar en mis retinas, un mundo imborrable, antes de subir de nuevo al aire y transportarme a mi hogar, mi rincón de la verdad y el amor de mi tierra.

Un hogar que es mi vida y mi querencia, donde sueño los caminos, reposo las emociones vividas y escudriño mapas y libros, en busca de otro mundo diferente.

















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