Estoy un tanto perjudicado. Tengo sueño, y mi estómago está sufriente después de la cena de Noche Vieja y los jaleos del despertar entre nietos.Ella.estrenando su maletín de maquillaje de niña bien definida y él, como un cervatillo trotón por las praderas de la casa, para mi sobresalto personal.
Aturdido y algo mareado, he debido tirar a la basura los restos del naufragio del año finiquitado, reajustar sillas y mesas, para la ampliación del capital humano familiar, pues hoy pasamos de 17 a 22 comensales y no estaremos todos.
He puesto comida a los pájaros silvestres, para que jilgueros, petirrojos y gorriones llenen de vida el jardín. Más allá, las garcetas bueyeras se mezclan entre los córvidos que dan un tinte negro al invierno.
La televisión me regala el concierto de Año Nuevo, emitido desde Viena. Todo es equilibrio, elegancia, lujo, alegría y armonía.
Enormes lámparas de cristal de roca, cuelgan de los policromados artesonados de la gran sala. Los músicos, impecablemente vestidos para la ocasión, juegan la música de sus instrumentos. Violines, violoncelos, flautas, timbales, .., todos relucientes, afinados y hermosos, cantan lo mejor de sí mismos para deleite del gran auditorio del mundo.
Una densa línea de rosas, claveles, hibiscus, peonías, limones, piñas y demás regalos de la Naturaleza, dan belleza y esplendor.
Es momento de paz, sosiego, enardecimiento, sueños y sensibilidad. La música clásica, en mayúsculas, enaltece el alma y eleva al ser humano como la gran obra del Creador.
Al menos esta mañana, el hombre da lo mejor de sí mismo para iniciar el año como debería seguir y terminar.
Hay otro concierto maravilloso. Lo dan los servidores de la sociedad, con lo camiones de basura, los hornos de pan y los quirófanos de los hospitales. Lo dan los misioneros que pisan el barro del subdesarrollo, los sacerdotes que dan la extremaunción y los militares que defienden con sus armas, nuestras fronteras de la maldad y el rencor, la sangre y la muerte.
Son otros conciertos de paz, menos lucidos, pero igualmente hermosos y necesarios.
Terminará el concierto, se adueñarán de las televisiones y de las radios los sofismas políticos, la hediondez del cuchicheo social y los ruidos de pachanga que llaman música.
Volverán los atentados contra la vida y la armonía, las palabras hirientes, las blasfemias y el mal gusto, pero por ahora, es la mesura, la distinción y el buen gusto musical.
Nuevamente comeremos en familia, castigando una vez más nuestros estómagos, pero serán momentos de risas, abrazos, besos y diversión en amor de sangre.
Y cuando todo recupere la solitaria normalidad, recordaré los momentos de familia y escribiré nuevos artículos, con títulos tan sugerentes como las Obreras de Dios, El calor de la leña o La farmacia del cielo; un homenaje a nuestras abejas de jalea y miel, al hogar y a nuestras plantas medicinales
Lágrimas de sirena, Obreras de Dios, Farmacia del cielo, bonitos y poéticos títulos para describir con amor la grandeza de la vida. Porque yo, analfabeto en muchas cosas de la vida, lleno de defectos y carencias humanas, como todos, quiero poner al servicio de mis compañeros de viaje de mi tiempo, el sentimiento positivo, de que la belleza existe y de que nada hay más hermoso que el amor y la Naturaleza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario