Crónicas de un trotamundos: Ginebra, ciudad frontera

Durante varios años, he vivido en ciudades frontera.

Primero fue Nouadhibou, Mauritania, que hacía frontera con la Güera, población sureña del entonces Sahara Español.

Más tarde, fue Melilla, ciudad española emplazada al nordeste de Marruecos, con Nador como la ciudad más cercana.

Ocasionalmente, he conocido poblaciones fronterizas como Ayamonte, población onubense limítrofe con la portuguesa Villareal de Santo Antonio, o Irún, a pié de la frontera suroeste francesa y por supuesto, La Línea de la Concepción y Gibraltar.

En todas ellas, en situaciones de normalidad política, existe una permeabilidad fronteriza, de personas y mercancías, de la que se aprovechan los cercanos a la línea divisoria.

Lo frecuente, es que las personas crucen las fronteras para trabajar en el país vecino, residan donde las condiciones inmobiliarias sean más atractivas y hagan las compras donde los precios sean más bajos.

Ginebra no es una excepción. Muchos internacionales que trabajan en ella, residen en poblaciones limítrofes francesas, donde también adquieren el carburante y la comida, por ejemplo.

En los 5 días que llevo en Ginebra, ya he pasado tres veces a Francia, una para hacer la "compra larga" y otra, para comprar pan, por ejemplo, dada la mayor flexibilidad horaria francesa.

También hay una excelente colaboración bilateral entre ambas naciones. El aeropuerto por ejemplo, es compartido por Francia y Suiza, en un ejemplo de buen aprovechamiento de los recursos públicos y del buen entendimiento político.

Hay muchos indicadores para saber si un país funciona, su población tiene un buen nivel cultural, o un alto desarrollo económico, por ejemplo.

Ver la vuelta ciclista, recorrer los cementerios, visitar los supermercados, observar el parque móvil del país, etc., facilita mucha información a quien tiene ojos para ver, oídos para escuchar y sentido común para leer la vida de una sociedad.

Como experto en seguridad alimentaria, me gusta observar los mercados, los pequeños comercios minoristas y por supuesto, las grandes superficies.

Observo la calidad, la presentación, la variedad, el origen país y los precios de los productos, así como las preferencias de consumo.

Comprobar un elevado número de artículos gourmet, demuestra un determinado nivel económico; ver abundantes productos halal o koser, indica como es lógico, una población significativa de musulmanes o hebreos, así como las posibles actividades laborales de la zona. Largos lineales de los supermercados, dedicados a la gastronomía de numerosos países, indica una población multicultural y por lo tanto, la proliferación de organismos supranacionales, ya sean Instituciones, como grandes empresas.

Se exponen a continuación, algunas fotografías de un supermercado francés, que vive mirando a Ginebra. Solo se muestran pequeños detalles de color, variedad y sofisticación de la oferta alimentaria..

Tomates, calabacines, arroces de todos los colores, pastas italianas de toda clase y presentación, panes especializados para acompañar cada tipo de alimento, etc., son muestras de una sociedad de alto nivel, multicultural, multiconfesional y en muchos casos, con un alto nivel económico.

Como es lógico, ha sido un placer comprobar la presencia de productos españoles, pero también, una sorpresa ver precios a veces cinco veces más caros que en nuestro país.