Admiro las artes en la mayoría de sus expresiones, ya sea la pintura, la escultura o la música, por citar alguna.
Son la sublime expresión del ser humano.
Pero me entusiasma, me conmueve y me empequeñece la obra de Dios.
Nunca la mano del hombre, podrá mejorarla.
Los suizos, son pueblo culto. Solo Ginebra, tiene más de una veintena de museos. En estos días, he visitado dos. Hoy he estado en el Museo de Historia Natural.
Se trata de un edificio de 4 plantas, sin las pretensiones gigantescas de su homónimo de Nueva York, pero también con una gran calidad y excelente planificación.
He disfrutado mucho. Los biotopos están muy conseguidos. Hay una excelente presentación, didáctica y amable para todos, especialmente para los jóvenes estudiantes.
El recorrido es muy agradable, en un entorno acogedor, con diversos lugares para sentarse y consultar libros del museo. Y lo más importante, con numerosos padres, explicando a sus hijos cada detalle de lo expuesto. Es pues, un museo vivo, que introduce fácilmente a los menores, en los secretos de la Naturaleza.
No todo es perfecto. Algunas piezas de taxidermia, son muy antiguas y no de excelente factura, pero la gran mayoría de ellas, son de muy buena calidad.
No se observa un corte en sección de una gran secuoya, como en Nueva York, por ejemplo, pero hay una de un árbol petrificado de Arizona.
El museo consta de varias zonas: Fauna regional, fauna exótica, mineralogía e historia del hombre.
Destacan una tortuga viva con dos cabezas, una presentación de minerales semipreciosos y una magnífica sala con minerales fluorescentes.
En definitiva, un excelente museo, didáctico y atractivo, que hace las delicias de los que se interesan por la Naturaleza. Un museo a ver, en una ciudad que se debe conocer.
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