Se acaba Australia. Vuelvo a Europa. Vuelvo al invierno.
Abrazo largo y emotivo, consciente de la distancia del calendario y del espacio físico que nos separará.
Vi sus ojos acuosos y besé su frente en prueba de sentida amistad y agradecimiento por el tiempo compartido.
Han sido muchos días, plenos de conversaciones, actividades y esfuerzos para superar la barrera del idioma.
Madrugada de Brisbane bajo torrencial tormenta de verano. El avión voló al nordeste hacia Hong Kong. El sol fue más rápido y nos bañó de luz. Ya en destino, la frenética actividad oriental me saco del letargo.
De nuevo en el aire, camino de Londres. Debo atravesar longitudinalmente Asia y Europa. Ahí es nada.
Auriculares; música clásica; paz interior; somnolencia; mapa del viaje en la pantalla y paciencia de viajero consciente de la larga travesía.
El mapa señala nombres de ciudades. En ellas, bullirán seres humanos de diversa raza y condición, pintando el paisaje con sus casas, sus caminos, sus escuelas, su agricultura y sus corazones misteriosos
Mientras sobrevolamos ciudades, aparecen imágenes de hermosas orientales, de exótica belleza en tez de porcelana. Reflejan femineidad, misterio y delicadeza.
He comido una ensalada de maíz, zanahoria, pasas, miel, cilantro y mostaza; lo normal...para un guiri, pero menos apetecible para los que disfrutamos lonchas de cerdo con bellotas.
Recuerdo los viajes de Marco Polo. Al ser consciente del inmenso recorrido, no puedo más que admirar su gesta.
La mía es más fácil. Solo he debido volar 18.000 km en 30 horas de viaje.
Cada vez que veía una ciudad del mapa pensaba en la belleza de cada tierra
Despegue del aeropuerto de Homg Kong
Guangzhou
St Petersburg
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