viernes, 11 de diciembre de 2015

El beso de la pastora

Mario estaba enamorado de Dora, una hermosa pastora, que cuidaba un rebaño de ovejas merinas por la sierra de Salamanca.

Era una zagala hermosa y todos los solteros de Tamames de la Sierra, bebían sus vientos.

Era alta, sus caderas tenían la justa medida para contornearse y su pechos eran dos senos de lujuria.

A su paso, despertaba la pasión de los muchachos.

Su tez morena, resaltaba el azul de su mirada.
Su sonrisa irradiaba paz, felicidad y encanto.

No había otra hembra mas hermosa en la comarca.
Los jóvenes del pueblo, vigilaban para que ningún muchacho de población vecina, les hurtara aquella belleza sin igual.

Dora salía cada día con su rebaño de ovejas merinas.

Amaba su trabajo.
Su amigo Leandro, un joven veterinario, le había contado que esta raza, era muy preciada en lejanos países, por la calidad de su lana.

Al pasar por la calle con su rebaño, se mezclaban los balidos de las ovejas, el sonido del cencerro y los silbidos ocultos de los muchachos.

Mientras, ella entonaba una preciosa melodía, que embelesaba a los viejos y henchía las venas de los jóvenes casaderos y hasta de los ya casados.

El hijo de un pudiente ganadero, la pretendía sin cesar, pero Dora, no parecía corresponderle.
Pasaba el tiempo y nadie podía rodear su preciada cintura.

Un día, se oyó en el pueblo una canción:

La zagala que enamora,
va al monte con ovejas;
quiero abrazarla, madre
pero ella no me deja.

La zagala de mis sueños
no se asoma a la ventana,
cuando canto mis amores
con la luz de la mañana

Una vez,  Dora fue a las fiestas del vecino pueblo de Segoyuela y la invitó a bailar un periodista australiano.

Había venido, para hacer un reportaje en las tierras de Castilla, pues de allí procedían las ovejas merinas que tanta fama tenían en su país.

Era un apuesto joven, largo, pelirrojo, de ojos azules y de blanca tez.
Surgió el flechazo entre ambos, mientras mantenían embelesados sus miradas.

Él la besó en los labios y fue correspondido.

Aquello encendió los ánimos de los jóvenes de la comarca, ya cargados de vino.

Los mozos de Tamames, de Segoyuela y de Abusejo, arrancaron a Dora de los brazos de Andrew, que así se llamaba, el extranjero.

No podían consentir, que un extraño enamorara su paisana más codiciada.

Andrew intentó rescatarla de aquellos jóvenes, pero fue violentamente derribado al suelo y recibió algunos golpes.

Los días siguientes, Dora visitó al joven pelirrojo, mientras se recuperaba de las heridas recibidas.

El joven, la enamoraba con historias de  Australia y ella, le cantaba viejas canciones pastoriles.

Un año después, Dora se había casado con Andrew.

Vivían en Coffs Harbour, una ciudad australiana, famosa por la Big Banana y por la fábrica de carretillos de huerta de Wilson Dale.

Había abierto el restaurante "El Fiasco", donde servía suculentos platos castellanos, a base de cordero, ataviada con el famoso sombrero Akubra

A veces, Wilson y Kate, su hermosa mujer. visitaban el restaurante.

A Dora no le agradaba que Wilson añadiera salsa de menta a sus sabrosos platos, pero se acostumbró a los gustos de aquélla gente.

Fue entonces, cuando adaptó la receta española de rabo de toro, a la cola de canguro, teniendo de inmediato, un enorme éxito.

Cola de canguro a la castellana
  
Ingredientes:

3 kg de cola de canguro
2,5 kg de cebollas   
6 dientes de ajo
1 sobre pequeño de azafrán
10 g de pimienta molida
1 litro de aceite de oliva
2 kg de tomates maduros
1 sobre pequeño de colorante alimentario
1 litro de vino de Jerez

Procedimiento
Limpiar la cola y cortarla por las coyunturas
Freír la cebolla con los ajos, hasta que quede bien dorada
agregar los tomates partidos en crudo, el azafrán, la pimienta, la sal y los trozos de cola
Rehogar durante 15 minutos
Añadir el vino y el colorante, cuando todo esté dorado.
Hervir a fuego lento, hasta que el vino se consuma. 
Verificar que la carne está tierna y en caso contrario, añadir agua.
Una vez cocinado, dejar reposar el guiso

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