Mientras ETA, mataba inocentes para conseguir una república independiente y socialista, los catalanes, aprovechaban las nueces que caían del árbol que agitaba el terrorismo.
Se movían con soltura en tierra de nadie, consiguiendo de gobiernos nacionales minoritarios, su ración de poder, a medida que sus votos eran necesarios.
No era cuestión de ideología, sino de nacionalismo. Por ello, se aliaban con la izquierda o la derecha gobernante, para arrimar el agua a su molino.
Los españoles votamos la Constitución consagrando el estado de las autonomías y aprobamos un sistema electoral, que permitía un excesivo fraccionamiento político por dar voz a las minorías.
Luego, se transfirió la competencia educativa a las CCAA, se toleró el marginamiento del idioma español, se obvió la alta inspección del Estado y se permitieron manipulaciones educativas como "El Ebro es un río catalán que nace en tierras extrañas"
Poco a poco, los nacionalistas catalanes maceraron su juventud en los centros escolares, convertidos en incubadoras de nacionalistas y ganaron la opinión pública con la manipulación del lenguaje.
Favorecieron el ascenso al poder de un jefe de gobierno español, corto de luces, largo de revanchismo y lelo de intenciones. Durante su mandato, no sólo hicimos el ridículo internacional con nuestros aliados, sino que ahondó la grave crisis económica española, hasta poner al país al borde del abismo y la miseria.
"Firmaré el estatuto que me propongáis", sólo pudo decirlo un indigente intelectual. Esta frase, fue el inicio de una ofensiva nacionalista catalana, que nos ha llevado a la crisis política actual.
Luego vino lo de "España nos roba", antes de que la realidad pujoliana, quedara al descubierto y se constatara quienes eran los del 3 %.
Cuando el partido de la gaviota asumió la responsabilidad de levantar un país sumido en la miseria y la indigencia moral, tuvo que recortar, como lo habría hecho un sensato padre de familia, con sus cuentas caseras y poner coto a las desmesuradas ambiciones nacionalistas, que aprovechaban la debilidad de la nación.
Tras el España nos roba, el sometimiento de los medios públicos de difusión catalanes y la proliferación de asociaciones y organismos cuya finalidad y origen son coincidentes, han procurado extender el actual desafío secesionista al ámbito internacional.
Los nacionalistas catalanes, nos acusan de antidemocráticos y de inmovilistas, porque no nos movemos en la dirección que les interesa y nos llevan a un choque de trenes con una fecha marcada: el 1 de octubre.
El nuevo dirigente del viejo partido de la rosa, lejos de alinearse con los intereses nacionales, posturea en la equidistancia institucional, pavoneando su pretendido estado plurinacional, dando aún más pábulo a las aspiraciones secesionistas.
Craso error, pues los nacionalistas catalanes sueñan con la independencia y aunque aceptarían como plan B la idea de la nación de naciones, no sería sino un paso más, por la pendiente actual, hacia su objetivo final.
Es momento de que el Estado ponga pie en pared y si debe moverse, lo haga asegurando la unidad española, recuperando las competencias transferidas que sean menester, como la de educación y metiendo en la cárcel a quienes sean penalmente condenados por la justicia.
España es un país democrático y debe afrontar el desafío catalán, con rigor y con solvencia. Para ello cuenta con los recursos del estado y la fuerza moral que le confiere la inmensa mayoría del pueblo español.
Los españoles no vamos a permitir que unos traidores deshonren la sangre derramada por nuestros antepasados para forjar este gran país.
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