Un tópico muy extendido, es que los hombres somos machos alfa, fuertes y rudos.
Parece que la masculinidad, es lo opuesto a la sensibilidad, la delicadeza y la emotividad.
Lo generalmente extendido es que la expresión de los sentimientos, la sensibilidad y la delicadeza, son cualidades intrínsecas y exclusivas de las mujeres.
Lo cierto es que entre millones de seres humanos, se dan todo tipo de posibilidades de creencias, costumbres, prejuicios, tendencias, sentimientos y sensibilidades.
Los hombres somos el 50% de la Humanidad y representamos todas las posibilidades de estereotipos.
En términos estadísticos, los hombres somos fuertes, rudos, descuidados, torpes, insensibles,... y también, delicados, cuidadosos, hábiles, sensibles y emotivos.
Como hombre, soy un poco de todo esto a la vez. Unas veces, más de lo uno y otras más de lo otro.
Supongo que en la campana de Gauss sobre las emociones masculinas, me situaría en el lado donde los hombres son más emotivos.
Es cuestión de ADN, educación, historia personal y liberarse de prejuicios, para ser uno mismo.
El hombre, es una maravillosa creación, no exenta de éxitos y fracasos; euforias y depresiones; amores y desamores; salud y enfermedad; alegrías y tristezas; arrojos y temores; dudas y determinaciones.
Como hombre, lo confieso públicamente, soy un poco de todo, con capacidad de amar, de sentir, de reír y llorar.
Porque turbarse con el alma amada, emocionarse al nacer un hijo, al ver los primeros pasos de un nieto, el cadáver de un niño ahogado en la orilla de la libertad, el sufrimiento humano o animal o perder un ser querido, implica emoción, corazón y sensibilidad.
Solo soy un hombre y por tanto un maravilloso ser imperfecto que desea amar y ser amado, en el sentido amplio de la intención, lo que incluye los círculos personales de relación y los potenciales, que se extienden más allá del horizonte del tiempo y del espacio.
Porque tener capacidad de llorar, no es un defecto ni un privilegio de las mujeres.
Hace años, me criticó alguien entonces muy cercano, porque me dejaba embargar por los sentimientos, como si la responsabilidad, la eficacia y la capacidad de decidir lo más cabal, estuvieran vedados a quienes tenemos la capacidad de emocionarnos.
He sido feliz llorando de emoción o de alegría y me he salvado de reventar emocionalmente, llorando ante la pérdida de un ser querido.
Sólo soy un perfecto ser defectuoso de la Creación, que a veces, anega sus ojos con "lágrimas de hombre" y lejos de avergonzarme por ello, siento orgullo de ser simplemente, una persona común.
Me gusta. Estoy completamente de acuerdo. Pero luchar contra los estereotipos me recuerda a D. Quijote y los molinos...
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