Patucas sobre troller. Móvil cargando en columna de la sala de espera. Párpados de plomo y cabeza migrañosa. Estamos cansados en el aeropuerto de Zagreb.
Desde las 06 H hasta las 23 H, habremos estado en Bosnia, Croacia, Alemania y España.
Dejamos atrás una ración de nuestros sentimientos y traemos los de nuestra familia acogedora y del resto de los helpers.
Enfilamos nuestros hogares, como los caballos retozan agotados, cuando huelen su caballeriza. Pronto estaremos en nuestra querencia, para recargar nuestro espíritu como lo hace ahora mi teléfono.
Pero estamos en Croacia, uno de los países resultantes de la guerra civil de los Balcanes. Espléndida autopista, llanos campos en verde maizal y dorado trigo. Todo muy bien cuidado. Ciudad espaciosa, limpia y seria, propia de un país civilizado, si olvidamos la reciente historia.
Mayor nivel de vida que en Bosnia. Gente alta, fuerte, de gruesos cuellos, nucas rectas y fuertes brazos. Mujeres no especialmente muy hermosas y alejadas de nuestros estándares latinos.
Mi sobrino sueña platos calientes de sabores de infancia a olor de madre, los abrazos familiares, las olas sardineras en las rubias arenas del Cantábrico y las risas adolescentes de los amigos de su manada.
Hoy es 14 de julio y hemos cumplido nuestro objetivo.
Quedan para el recuerdo, nuestros afanes de vida bosniaca: alimentar los animales, adecuar sus instalaciones, segar, cuidar el invernadero, regar la nueva plantación de frutales, participar en la construcción de una cabaña, preparar parterres de huerta y vivir en “internacional”, con gente de 6 nacionalidades y patrones muy diferentes. Y jugar a las cartas, chapotear en el lago de la felicidad, ver un parto perruno, montar a caballo, jugar al fútbol y contribuir a la gastronomía en común, con gazpachos, sangrías y una mágica queimada, con fondo de guitarra.
Mientras los ciclistas pelean el Tour de Francia, nosotros cubrimos también etapas de vida. Esta vez, en parte de la Yugoeslavia que dejo de ser, tras sangrientos combates fratricidas, limpiezas étnicas, asolamiento y lágrimas.
Hay calma en los pueblos visitados y añoranzas de esplendores perdidos. Hay paz en equilibrio inestable y mucho por hacer.
Pero hay un mapa negro con letras árabes, que contemplan Bosnia, como parte del territorio a recuperar, para una causa ajena a la nuestra.
Cierro ahora para volar al norte y llegar al sur. A la España que dejamos.
De nuevo en línea y esta vez, desde Alemania. La primera vez pise este país, fue en 1969. Era entonces, la RFA y la diferencia con España, era política, social y económicamente enorme.
En la actualidad, las diferencias entre la Alemania unificada y la España democrática, se han recortado, pero no tanto en mentalidad.
Esta vez es una larga espera de aeropuerto. Cuando hayamos llegado, comprobare la situación de un incendio cercano a casa, vaciare la maleta, dejare en la ducha las trazas del camino y cuando este descansado física y emocionalmente, redactare el epílogo de esta nueva aventura humana, llamada Bosnia.
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