Siendo niño, un conocido visitó a un curandero famoso de Sevilla. Le "curó" el dolor de reuma, perforándole las orejas con un radio de bicicleta candente. Sus pabellones auriculares, parecían dos coladores. Al curarse sus heridas, se quedó con las perforaciones y con su dolor reumático.
También recuerdo otro caso, de un "capador" de cerdos, que curaba la sangre negra, dando un fuerte bebedizo al pobre animal que caía en sus manos, para que echara el bazo por la boca.
Decididamente, la mayor riqueza de un país, no son sus materias primas, sino sus habitantes. Un pueblo culto, no es pasto de oportunistas, vividores, sinvergüenzas, caraduras, jetas y populistas.
Un pueblo inculto, es víctima de políticos capaces de conducir un autobús y de oír un pajarito con instrucciones del más allá, que se abrogan el derecho de llevar a sus conciudadanos al hambre y la tragedia.
La incultura se detecta en las improvisadas entrevistas callejeras a la gente o en los carteles generados por el pueblo.
He aquí una demostración de lo comentado obtenida en internet, Es para sonreír, pero por no llorar.
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