miércoles, 22 de junio de 2016

Suecia 2. Paseando la vida

Si ayer fue día de aeropuertos, reencuentro y abrazos, hoy a sido realmente mi primer día sueco. Había tenido una noche extraña.

Nunca había vivido el sol de media noche, A las 3 de la madrugada, la luz inundó mi cara y me desperté creyendo que había llegado el día. Desconcertado, escribí una crónica del blog e incluso cometí la torpeza de escribir diversos mensajes, sin ni siquiera pensar que en España se duerme la luna de media noche. 

Bien entrada la  mañana, tomé un variado y copioso desayuno, en el que no faltaron delicias suecas, hermanadas con quesada y sobaos pasiegos de mi tierra adoptiva. Luego, dimos una vuelta por el delicioso jardín natural. Comimos algunas sabrosas fresas, protegidas de ciervos y alces, que aprovechan la noche para robar los sabores de mis amigos.

Plantas aromáticas, atraían numerosas mariposas al jardín, que embellecen y envuelven la casa en un idílico lugar de cuyo encanto es difícil escapar.

La casa, es de madera, enormemente acogedora, con grandes huecos y chimeneas.Como la inmensa mayoría de las casas observadas, está pintada en un rojo ocre, que dan al paisaje un  aspecto de cuento de hadas La vivienda contiene numerosos objetos de Mauritania, país en el que Hans, Kerstin y yo, nos conocimos hace ya 42 años.

Miedo tenía de mi amigo Hans. A sus 73 años, conserva una figura estilizada, que realza aún más su elevada estatura. Ha hecho 3 largas travesías en Alaska, hecho montañismo en los Alpes, los Andes y la Cordillera del Himalaya, Pensé que iba a dejarme sin resuello, pero es suficientemente respetuoso para forzar mi "sala del calderas"

Paseamos hasta un lago cercano, donde tiene una barca que podremos utilizar para pasear  e intentar pescar un lucio. El camino estaba jalonado de un profundo bosque que casi me hizo sentir frío.

Más tarde, recorrimos el paisaje por estrechas carreteras, hasta un parque natural. Pude fotografiar mis primeros alces, si bien estaban recluidos en régimen de semilibertad. Bajamos luego a un río donde algunas truchas se escondían en aguas transparentes de color obscuro. Algunos árboles, presentaban signos de presencia de castores, pero desgraciadamente, no pudimos verlos. Sentí un gran placer, rodeado de vida, con un silencio quebrado por el canto de pájaros y el murmullo del agua corriendo entre piedras y árboles caídos.

Comimos carne de alce, con una deliciosa salsa de fresas y menta.

Dimos un nuevo paseo; esta vez, entre un río y un canal navegable, gracias a diversas exclusas. El paisaje y la paz, eran extraordinarios. Una anátida paseaba sus aguas perseguida por su prole, dando un aspecto tierno y maternal al dulce paisaje. 

Convinimos en la posibilidad de navegar en barco por el canal y volver luego en tren, cuyas vías, entre hierbas, exageraba aún más, el romanticismo del camino.

Visitamos aún un lago, en el que mi amigo había participado como experto, en la recuperación ecológica de un lugar antaño muy contaminado.

Cuando volvimos a casa, cenamos un pescado vietnamita, regado con una botella de vino blanco argentino, hecho por una cooperativa riojana.

Inundamos nuestras retinas de fotos con paisajes y experiencias de nuestro pasado y con los párpados de plomo, subí a escribir esta crónica, antes de dormir de nuevo, el sol de medianoche.

                                                             La casa de Hans y Kerstin









                                               "Memorias de Alaska" colgadas en la pared
                                     





                                                                             Alces
                                      












  Signos de presencia de castores

                                          Plantas silvestres invasoras, procedentes de USA
Cementerio

Gran cabeza de alce disecada







 










































Peonías








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