domingo, 21 de abril de 2019

Yunnan, China. Capítulo 8. Luoping: "Cascada Jiulong de los 9 Dragones" y el "Pico del Gallo Dorado"

Seguimos ruta hacia Luoping, con la ilusión puesta en la "Cascada Jiulong de los 9 Dragones" y los espectaculares campos de colza, rodeando el famoso "Pico del Gallo Dorado"

En un capítulo anterior, había mencionado el sentido poético de los chinos para bautizar sus lugares hermosos.

La Cascada Jiulong de los 9 Dragones, colmó nuestras expectativas. El sol calentaba nuestra piel y decidimos subir a la cima de la montaña por carretera, para descender a pie durante unas tres horas.

El agua caía sucesivamente por nueve saltos, a cual más hermoso. En cada caída, el agua cantaba la sinfonía de la Naturaleza y se tornaba blanca por su espuma valiente dando verdor a los árboles ribereños.

Nos subimos a una balsa de bambú en el lago de la cascada superior, la más alta y nos acercamos prudentemente al punto de caída del agua. También evitamos acercarnos demasiado al borde de la siguiente cascada. Fue un momento hermoso que disfrutamos  mucho.

Había "vivido" preciosas cascadas en Sao Tomé, en el Golfo de Guinea; en la isla de la Reunión, al sur de Madagascar, ambas, de origen volcánico y en Etiopía, donde mi imaginación voló al presenciar la cascada que alimentaba nada menos que el mítico Nilo Azul.  Sin embargo, no había tenido ocasión hasta ahora, de ver nueve cascadas sucesivas y diferentes.  







Me dije que algún día visitaría las cataratas de Niágara, entre Estados Unidos y Canadá; las del Iguazú, entre Argentina y Brasil; las Cataratas Victoria, entre Zambia y Zimbabue y el Salto del Ángel, en Venezuela.

No tenía arreglo, estaba eufórico por la belleza que veía y mi mente ya volaba desde Asia a las dos Américas y a África, para vivir nuevas experiencias. 

Continuamos el descenso y a cada recodo del camino, había nuevas sorpresas entre árboles y macizos de bambú. Mi alma de cazador de imágenes, se perdía ante tantos encuadres fotográficos y perdí el sentido del tiempo.








Aun no sé cómo pasó, tal vez, por nuestro sentido del humor o por la insistencia del fotógrafo, pero nos vimos de pronto vestidos de chinos con una china de verdad, posando divertidos delante de una de las cascadas. Tenga el lector la benevolencia de no sonreír demasiado. 






Abandonamos aquel mágico lugar, con el sueño de ver preciosos campos amarillos de colza. Lamentablemente, no hubo suerte. Nos habían sobrado hojas de calendario y las flores de colza ya se habían agostado, huyendo con él el ansiado color amarillo. 
Este es el color del paisaje soñado y...

...este es el color del paisaje encontrado








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