En mi último viaje a la República de Sao
Tomé é Príncipe, oí decir a un lugareño, que sus paisanos deben tener “la barriga
llena y el cerebro vacío”.
El pueblo llano, debe
tener la panza ahíta, sin gazuza que soportar y cerebro despoblado de neuronas
ilustradas.
La cuestión es tener un pueblo feliz, sin
capacidad de pensar, de tener criterio, de actuar en libertad, sin posibilidad
de elegir y en definitiva, con sólo musculatura, para servir al poder económico
y político, como modernos siervos de la gleba, en versión ecuatorial.
Lo cierto es que la población es feliz,
ríe y disfruta, mientras tienen vida, aunque sea corta.
Niños desnudos disfrutando del "que te llevo que te traigo, de las olas del mar"; lavanderas arrodilladas en el
río, peleándose contra la ropa sucia; chabolistas sin reloj que le marque las
horas, ¿para qué?; pescadores que sacan su cosecha sin perder la línea de la
costa; comerciantes coloristas surtiendo frutas; gente que disfruta de la naturaleza sin herirla; que vive
al día, hasta el último día.
Y en esto, que se espera el maná
del petróleo; que las previsiones de riqueza, se ciernen sobre las islas de la
pequeña república.
Sus habitantes habrán de cuestionarse, si la riqueza traerá miseria en forma de inestabilidad, de
crecimiento desordenado; de paraíso roto, con enfermedades, vicio, violencia, explotación y degradación personal.
La pregunta es si algún día se
llenarán los cerebros de cultura, técnica, conocimiento en general, con
criterio para aplicarlo, para ser mejores, para vivir mejor, para vivir más y
más plenamente.
No, no me gusta la frase. Quiero
estómagos llenos, cerebros plenos, corazones latiendo durante muchos años y
almas blancas en pieles negras, felices y radiantes.
Algún día, despertará África; los colores de la alegría y la felicidad, irán más allá de sus exultantes vestimentas, sus cantos y su baile de vida.
¡Pan sí; pero silencio no!
No hay comentarios:
Publicar un comentario