Poco a poco, voy haciendo el oído a los sonidos de Australia.
En un amplio sentido de la expresión, incluyo el propio idioma.
Al principio, solo entendía palabras sueltas del inglés. Mi intuición, la deducción y el lenguaje corporal, facilitaban una cierta comprensión.
Entender es aún más difícil que hacerme entender. Afortunadamente, no tengo vergüenza para tirarme a la piscina de la comunicación.
Ante la disyuntiva de salir adelante o ahogarme metafóricamente hablando, necesito menos intuición.
Ya distingo algunos acentos, como los toscos de la Australia profunda o los más refinados y cultos.
La pronunciación aussi, parece un intermedio entre la británica y la americana.
Por ejemplo, aquí, como en Norteamérica, 20 se pronuncia "tuenni" mientras que en Inglaterra es "tuenti".
Por ejemplo, aquí, como en Norteamérica, 20 se pronuncia "tuenni" mientras que en Inglaterra es "tuenti".
Mis anfitriones, nacidos en Inglaterra, mantienen la pronunciación británica.
He oído que hay diferencias de pronunciación con los neozelandeses, a los que se les ve por acá con alguna asiduidad.
Por ejemplo, si lo usual es decir, "fish and chips", los neozelandeses, lo pronuncian "fush and chups"
Identifico igualmente los sonidos ambientales, lo que implica conocer los ruidos del viento, el agua que choca en las claraboyas del techo, el desagüe de la ducha, los diferentes tractores, segadoras, sierras, y demás artilugios del taller de Wilson,...
... y el tren de pasajeros, de los diferentes trenes de mercancías, los sonidos emitidos por los perros rodesianos y por supuesto de la fauna silvestre.
... y el tren de pasajeros, de los diferentes trenes de mercancías, los sonidos emitidos por los perros rodesianos y por supuesto de la fauna silvestre.
Porque el mundo de las aves, es un inmenso muestrario de tamaños, colores, danzas, modos de vuelo y por supuesto, de cantos.
Poco a poco, voy identificando especies y conociendo sus sonidos.
Predominan los silbos potentes, más que los trinos melódicos de las aves europeas. Lamentablemente, aún no he tenido tiempo de aprender los nombres de las numerosas especies existentes.
Si es cierto, que las aves vistas y oídas, no son las mismas, aquí en Coffs Harbour, Nueva Gales del Sur, que las de Bulburín, Queensland,
Allá, en el norte, a 1000 km de acá, las "cocoburras" y las "cacatúas", parecían ser las aladas señoras del cielo.
Allá, en el norte, a 1000 km de acá, las "cocoburras" y las "cacatúas", parecían ser las aladas señoras del cielo.
Aquí en Coffs, las más abundantes, son las que llamo "urraquiformes", palabro que he inventado, para definir las grandes, blanquinegras aves que pululan junto a la casa.
También se ven y oyen, bastantes pavos salvajes, como el "hijo de la gran pava" que ha escarbado esta noche en mi recién plantada huerta.
Las distingo incluso individualmente. Una que es coja y un "matrimonio" con un bebé casi mayor que ellos, que les persigue permanentemente, desde el alba hasta el "tiempo murciélago", pidiéndoles comida.
En cierto modo, me recuerdan ciertos jóvenes españoles, ya metidos en años, que aún viven bajo cobijo paterno y piden la paga de los domingos.
También he oído "el silencio" de los grandes murciélagos en vuelo, a pesar de estar dotados de un sistema de eco-localización.
Cuando el crepúsculo torna en anaranjado y éstos inician su vuelo, suenan las cicadas.
Primero, hay un gran silencio y de súbito, cantan todas, como si una de ellas fuera la directora de una multitudinaria orquesta, para callar luego de igual modo y repetir la serie.
No he oído sin embargo, los posibles sonidos de los wallabis y canguros, que parecen contentarse con rascarse permanentemente, tal vez, como un sistema de intercomunicación de grupo.
Cuando el crepúsculo torna en anaranjado y éstos inician su vuelo, suenan las cicadas.
Primero, hay un gran silencio y de súbito, cantan todas, como si una de ellas fuera la directora de una multitudinaria orquesta, para callar luego de igual modo y repetir la serie.
Apenas he oído el didgeridoo, instrumento aborigen de tono grave y cansino, que parece arrancar de las entrañas de quien maneja tan alargado tubo musical.
A veces, tenemos ratos de dulce relax de meditación, con enlatados sonidos de agua en el bosque, o de murmullo de oleajes.
Pero las tardes noches, pertenecen a compositores como Granados, Falla, Sergéi Prokófiev, o el maestro Rodrigo y a intérpretes, como Paco de Lucía o los monjes de Santo Domingo, por ejemplo.
Suele coincidir con la cena y terminar cuando ya soñolientos, nos bebemos el último té del día.
Seguramente, hay otros paraísos perdidos, pero yo disfruto cada minuto de esta larga aventura, antes de enfilar las Navidades de frío europeo.
Pero las tardes noches, pertenecen a compositores como Granados, Falla, Sergéi Prokófiev, o el maestro Rodrigo y a intérpretes, como Paco de Lucía o los monjes de Santo Domingo, por ejemplo.
Suele coincidir con la cena y terminar cuando ya soñolientos, nos bebemos el último té del día.
Seguramente, hay otros paraísos perdidos, pero yo disfruto cada minuto de esta larga aventura, antes de enfilar las Navidades de frío europeo.
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