¿Y ahora qué?
Debemos asumir que la población europea ha cambiado. El mestizaje, la multiculturalidad y la importante irrupción de la religión islámica, son ya una realidad incuestionable.
Nuestro continente, debe ser un ejemplo de convivencia entre todas las razas, culturas y creencias religiosas. Toledo, fue antaño, un ejemplo de integración, cristiana, judía y musulmana.
Pero Europa, no debe abandonar sus raíces cristianas, que son parte de la razón de nuestra existencia y no debemos permitir, que ninguna comunidad, imponga su credo al resto de la población.
De la misma forma, no debemos tolerar, que la libertad de expresión, implique una grave y gratuita ofensa a los musulmanes, por ejemplo.
A mi juicio, las ofensas del semanario francés Hebdo, no debieron producirse y tampoco, la desproporcionada reacción del extremismo islámico.
Los europeos, debemos conjugar libertad colectiva e individual, respeto, seguridad jurídica y defensa de los derechos humanos.
Todas las comunidades y creencias religiosas, deben acatar el marco jurídico europeo y no sobrepasar las líneas rojas de la convivencia.
Los musulmanes, deben saber, que Europa no puede tolerar la imposición de sus creencias y forma de vida al resto de los europeos.
Las naciones europeas y la UE, deben corregir errores políticos del pasado, favorecer el entendimiento internacional con los países musulmanes y su desarrollo económico.
Pero de igual modo, debemos defender con rigor, eficacia, proporcionalidad, justicia y contundencia, si es preciso, nuestros valores europeos, No podemos tolerar agresiones como las sufridas en diversos países europeos, las últimas, en París.
Los europeos debemos tener una política común que nos haga más fuertes, nuestra policía y resto de organizaciones gubernamentales y supranacionales, deben tener capacidad de prevención y neutralización de los atentados, lo que incluye, el control de los focos de radicalización de una juventud con escaso horizonte personal.
Y finalmente, las FFAA de nuestros países deben defender nuestra libertad y nuestros irrenunciables valores europeos, allá donde se origine la barbarie, el odio y la violencia. No cabe en este caso, lamentablemente, la utopía de diálogo de civilizaciones.
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