Eran mis tiempos de Bosnia. Estuve allá con un sobrino, compartiendo vivencias con otros helpers en una granja.
Éramos un heterogéneo grupo formado por un holandés, una norteamericana, un irlandés, tres franceses y nosotros dos.
Era un ambiente internacional, donde primaba la camaradería y el buen humor. Los anfitriones, un matrimonio bosnio, cohesionaban el grupo con afabilidad y eficacia.
Sorteábamos el calor y los mosquitos cómo podíamos; nos bañábamos en un pequeña presa hecha a modo de lago, en un riachuelo cercano; compartíamos habilidades y sabores de nuestros países de origen y colaborábamos en las tareas de la granja.
Nos entendíamos bien, a pesar de las diferencias de idiomas, edades, culturas y orígenes nacionales.
Nos entendíamos bien, a pesar de las diferencias de idiomas, edades, culturas y orígenes nacionales.
Un día, uno de los jóvenes, clavó un cuchillo en el pan durante la comida, a modo de puñal. Lo hizo espontáneamente, con naturalidad y sin maldad.
Aquel hecho provocó la desaprobación de los bosnios y de los diferentes jóvenes internacionales.
Todos ellos, tenían por los alimentos y notablemente por el pan, un respeto ancestral.
Era el resultado de siglos de historia, de escasez alimentaria y de pasajes de las Sagradas Escrituras, que incluso en estos tiempos de modernidad y agnosticismo, se dejaban sentir.
No tuvo mayor trascendencia y todo quedó en un colectivo aspaviento.
Reflexioné entonces, sobre las numerosas actividades comerciales, de protestas o lúdicas, en las que se degrada el uso de los alimentos.
Hay muchas fiestas en el mundo, en las que se falta el respeto a los alimentos, pero creo que en este sentido, los españoles somos la cumbre del despropósito.
Prácticamente, sobran las palabras. Basta ver las imágenes de este artículo.
Un mundo hambriento, tiene acceso a imágenes de televisión y ven que en otros países a priori desarrollados y lo digo con ironía, tiramos lo que a ellos les falta.
No es de extrañar, que unos sientan rencor por el primer mundo y otros, migren a él buscando el nuevo dorado.
Doy por hecho, que los lectores sabrán extraer sus propias conclusiones.
En este artículo, me conformo con enfrentar a mi sociedad con sus tradiciones y sus contradicciones.
Hay muchas fiestas en el mundo, en las que se falta el respeto a los alimentos, pero creo que en este sentido, los españoles somos la cumbre del despropósito.
Prácticamente, sobran las palabras. Basta ver las imágenes de este artículo.
Un mundo hambriento, tiene acceso a imágenes de televisión y ven que en otros países a priori desarrollados y lo digo con ironía, tiramos lo que a ellos les falta.
No es de extrañar, que unos sientan rencor por el primer mundo y otros, migren a él buscando el nuevo dorado.
Doy por hecho, que los lectores sabrán extraer sus propias conclusiones.
En este artículo, me conformo con enfrentar a mi sociedad con sus tradiciones y sus contradicciones.
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