miércoles, 23 de marzo de 2016

Amores y babas


Desayuno feliz, sano, solitario, melancólico. Manzana rallada, fresas, plátano, moras, grosellas y cereales con frutos secos, bañados de abundante yogur líquido.

He vuelto a mi rutina, al bienestar personal, a la calma, a la seguridad de mi rincón, a mi torre de marfil y a  mi feliz sosiego de jubilado.

He acabado las grosellas del pasado verano y espero el tiempo caliente, para recoger los sabores del invierno. Soy hormiga, que no cigarra y trabajaré para que mi invierno de manta amorosa, tenga paz, sabores entrañables y a veces, una buena compañía de sonrisas y complicidad.

Misión africana finalizada. Barba que rasca. Armario caótico. Césped barbudo y con silvestres margaritas. Camelias reventonas, anunciando colores. Jardín trabajando mi felicidad de primavera, pero pidiendo cariño y manos amigas que le cuide, que acaricie sus arbustos y abrace sus árboles.

¿Has abrazado un árbol y has cerrado tus ojos? ¿Has sentido su energía? ¿Su paz? Busca un árbol, en la soledad del ambiente, abrázalo, cierra los ojos, abre tus poros, blanquea tu mente y respira lentamente.

Comprobarás, que la felicidad, está en las cosas pequeñas, en leer la naturaleza, en identificarte con el paisaje, en la paz interior, en el ser y en el estar, que no en el tener.

Pero hay otra felicidad, que a priori,  en nada se parece a la paz interior y es el amor de familia, con todo lo que representa de cariño, generosidad, tolerancia y renuncia.

Hijos que vienen y nietos que traen. Bullicio, desorden bendito. Locura alegre. Abrazos, llantos, pañales, biberones, jarrones en alto, péndulos de relojes quitados, amores y babas. Felicidad, en suma.

Dicen que se aprende a ser hijo cuando se es padre y a ser padre, cuando se es abuelo. Algo hay de verdad en ello, pero nunca se termina de aprender cuando se trata de educar, formar, transmitir valores y proteger la familia, a pesar de que te tachen de timorato e incluso de pesado.

Semana Santa, hijos, nietos, bullicio, alegría, felicidad en suma, aunque deba pasar por anestesia y cuchillo, a ser posible, sin renunciar a dar cuerda a los relojes de pared, a arrancar muchas hojas de calendario, a recolectar los sabores de cada verano y sobre todo, a amar a los seres queridos, a abrazar a los amigos y a tender la mano, a los compañeros de viaje que se cruzan en el camino de la vida











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