sábado, 19 de marzo de 2016

Argelia 18. Gatos y palomas

Argelia, un pueblo lucha por su independencia y una nación extraña, lo hace por mantener su poder colonial.

Los argelinos, dominados en su tierra, eran ciudadanos de segunda y los franceses, querían mantener la joya de su imperio.

Tras la Segunda Guerra Mundial, se habían desencadenado movimientos de liberación de los pueblos y nuevas naciones libres, surgían en el concierto internacional.

El General de Gaulle, Presidente de la Republica Francesa, comprendió que no podía mantener el imperio francés e inició un proceso descolonizador.

Demasiados muertos. Demasiada sangre. Demasiado sufrimiento. Había que volver a casa.

Argelia vio partir los colonos. Resentimiento, odio, dolor, desgarros emocionales que aún perduran.

1972. París. Proyección de la película La batalla de Alger. Demasiado pronto para revisar la historia. El odio cegaba las mentes de ambos bandos. Acudí al cine entre gritos e insultos de partidarios de franceses y argelinos. La Policia nos registraba a la entrada y quitaba palos, navajas y cadenas.

2016. Casbah de Argel. Recorro el lugar, evocando hechos que viví desde España en mi adolescencia. Me pesa la historia y me inquieta pasear por rincones solitarios. Es una nueva época, pero nuevos riesgos de violencia impregnan el ambiente.

Un laberinto de calles estrechas y retorcidas. Lugar perfecto de emboscadas urbanas, de sangre vertida y lágrimas de madres. Un pueblo doliente y unos hijos de Francia cayendo bajo cuchillos de silencio. Me narraban historias vividas. Aquí acuchillaron a un soldado. Aquí cayó un patriota,...

Me impresionó el momento. Viví la tragedia aún cercana, mientras cuidaba por mi seguridad en calles solitarias, vacías, pero llenas de recuerdos de odio y tragedia.

La Casbah, se cae de vieja. Los desconchados de las fachadas, denuncian la degradación de un patrimonio cultural. Solo los gatos y las palomas, parecen pulular ajenos a la historia.

Ellos viven un mundo diferente. Unos pisando suelos y otros, volando cielos. Cada cual, en su afán de vivir. Un canario canta la mañana, trayendo un atisbo de alegría a un lugar en declive, donde sacan la basura a lomos de burros y la sangre derramada, parece aún caliente.

He visto franceses paseando por Argel. Miradas aviesas de unos, nostálgicas de otros. Admiración y odio. Historia común demasiado cercana.

Mientras escribo este artículo, oigo que un nuevo atentado islamico, ha causado muerte y dolor en Turquía. Ya no se trata de alcanzar la independencia de un país, sino la sinrazón de matar en nombre de un religión. Los motivos cambian o tal vez no, pero el color de la sangre sigue siendo rojo.

Mientras, gatos y palomas, viven ajenos a la estupidez y a la crueldad humana.




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