Los Yom son una etnia minoritaria ubicada en una zona poco accesible del norte de Benín.. Practican el animismo.
Los animistas creen que la vida de sus ancestros, continúa tras su muerte; que se puede interactuar directamente con los espíritus; que el alma puede abandonar el cuerpo durante trances o sueños; que las personas sagradas pueden mediar con los espíritus y que hay seres espirituales que pueden vivir en las almas de los seres humanos. En el animismo, se fusionan individuo y comunidad; presente y pasado; objeto/símbolo. También se considera que el alma sobrevive al cuerpo.
Llegamos a la aldea Yom, tras un largo recorrido en un todoterreno y una larga caminata a través de senderos de montaña. Era temprano, la vegetación era frondosa y caía una fina lluvia. Nuestro temor era que cayera un fuerte aguacero en la mitad del trayecto, pues viajábamos en la estación de las lluvias.
Dejamos atrás un par de construcciones realizadas por una ONG africana y continuamos nuestro ascenso. Vimos un impresionante árbol centenario y a sus pies, una fantasmagórica aldea de chozas de adobe con techumbres de paja. Algunas de ellas estaban agrupadas y otras, se encontraban desperdigadas entre una alta vegetación que amenazaba con engullirlas.
La aldea parecía abandonada, pero surgieron de la nada un niño y una niña, que se unieron a nuestro grupo mientras recorríamos el lugar. Nos siguieron a todas partes, disfrutando de nuestra compañía.
Al parecer, todo el pueblo se había desplazado muy lejos, para cuidar sus cosechas, incluido el sacerdote o persona sagrada que les atendía.
El paisaje era maravilloso y la aldea nos transportó a tiempos de civilización muy remota. Entramos, en algunas chozas vacías, no sin dificultad, dadas las pequeñas aberturas de entrada.
Súbitamente, vimos algunos miembros de la aldea y como arte de magia, ésta se llenó de vida y de personajes de gran atractivo etnográfico para nosotros. La tez de sus habitantes, era bastante obscura.
Tuvimos la fortuna de contactar con la persona sagrada o sacerdote de la aldea. Iba tocado con una suerte de fez, su dorso estaba desnudo y vestía un taparrabos hecho con tiras de piel de mono y un mandil de piel de cabra.
De su pecho pendía un collar de piel terminado en un colmillo y fumaba con una larga pipa. Adivinaba el futuro gracias a las circunvoluciones del humo de su pipa y llegaba a conocer los hechos negativos que acechaban la vida de sus creyentes, dando consejos para evitar los males que se cernían sobre ellos.
Visitamos al rey de los Yom. Sus súbditos se descalzaban para entrar en su recinto, se arrodillaban ante él y permanecían postrados en su presencia. Sin embargo, nos permitió entrar calzados e incluso sentarnos a su lado para sacar algunas fotografías. Otro día, tendríamos la oportunidad de conocer un rey mucho más importante, el de los Baribas y nuestra visita sería mucho más protocolaria y sorprendente.
Las fogatas para cocinar o fabricar cerveza de mijo y los morteros para hacer harina, la presencia de perros míseros y algunas aves sueltas por doquier, conferían al lugar un ambiente muy rústico.
De regreso a la plazuela donde se encontraba la sede de la ONG, vimos un novicio de sacerdote. Medía casi dos metros, era fino y musculado, su tez no era tan obscura, sin dejar de ser negro, llevaba también una larga pipa y un taparrabos con tiras de piel de mono, pero no portaba un mandil de piel de cabra.
Estaba en un perdido rincón del África profunda, en Benín, muy cerca de Togo y no lejos de Burkina Faso, el antiguo Alto Volta, cuya inestabilidad política no aconseja acceder a ella.
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