martes, 27 de agosto de 2019

Benin. Capítulo 4. País Holi


Antes de viajar a Benín, me había documentado sobre la realidad del país: geografía en todas sus acepciones, historia, política, economía,..

Ya en Benín, mi objetivo era pegarme al terreno, pisar el polvo del camino, tomar el pulso a sus gentes y empaparme hasta los huesos de la realidad del país.

Vería con mis propios ojos, los cocoteros en las playas, el Consejo de ancianos a la sombra de un baobab, el deslizar de las piraguas, los bebés a la espalda, la cadencia de las caderas femeninas y los colores de la vida.

Viajamos en el tiempo hacia el país Holi. Se trataba de una amalgama de etnias, quizás con preponderancia Yoruba.

Se encuentra a 140 km de Porto Novo, la capital política fundada por los portugueses que tuvo su esplendor en el llamado comercio triangular, entre Europa, África y América.

Los Holi, son agricultores, pescadores y artesanos. Sus mujeres portaban antaño grandes y densos tatuajes como símbolo de belleza. Sin embargo, las nuevas generaciones, son cada vez más remisas a esta tradición y sólo se hacen pequeñas marcas testimoniales de un estilo de vida que se extingue.

En una crónica anterior, me definí fotográficamente hablando, como un ladrón de siluetas y colores. Pero ante todo, soy respetuoso y sensible a las dificultades y sufrimientos ajenos.

Nuestros guías convencieron con dificultades a una anciana para que desnudara su tórax y nos mostrara sus tatuajes.

Acostumbrada a vivir medio desnuda en otros tiempos, comprendí su pudor y su nerviosismo al mostrarse ante unos blancos que disparaban sus cámaras sin piedad.

Bajó la mirada con tristeza y vergüenza, al tiempo que movía nerviosamente sus manos.

Le hice muy pocas fotos y desvié mi interés a otros puntos de la aldea, aliviando así su sufrimiento.

Capté entonces imágenes de aquella aldea. Luego, nos desplazamos a ua escuela donde los niños disfrutaban con un balón. Nuestra llegada, causó la natural curiosidad y en segundos, nos vimos rodeados de una jauría de niños que nos rodearon activamente.

Una vez más, como casi en todos los rincones africanos alejados de las grandes ciudades, vi gente modesta, sin malicia, andando sobre tierra roja, con colores apabullantes, perros míseros y pollos atletas corriendo entre casas de cañizo y paja.

Una lección de vida, de los alegres desposeídos, a los tristes consumistas de la llamada civilización moderna. La primera conclusión del viaje



 



 












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