Crónicas de un trotamundos: Benin. Capítulo 9. La etnia Somba

Nuestro viaje era fundamentalmente etnográfico. Benin, el antiguo Dahomey, la cuna del vudú, la costa de la esclavitud, la tierra de reinos independientes y ancestrales; cruce de caminos de etnias de fuerte raigambre; reyes que se sentaban en tronos sobre los cráneos de los monarcas derrotados; monarcas que al fallecer eran enterrados en tierra regada con la sangre de 41 de sus mujeres y otros tantos infantes...era nuestro objetivo.

Benin, territorio de Fons, Yorubas, Fulanis, Yoms, Baribas... o de Sombas, por ejemplo, es uno de los escenarios donde se toma el pulso al corazón africano.

Esta vez, nos dirigimos al norte del país, cercano al este de Togo en busca de la etnia Somba, que significa: "los que van desnudos". Sí, vestían desnudos, hasta que en 1975, los misioneros católicos les forzaron a vestirse y a escolarizar sus hijos con ayuda del gobierno del país..

Los Somba viven en unas fortificaciones de dos plantas hechas de adobe y paja, que llegan a tener 4 o 5 metros de altura., llamadas tata. Las viviendas visitadas, tenían una entrada rectangular sin puerta, con muros de gran profundidad. En la planta baja, tenían un fogón, una pequeña sala y recintos para sus animales.

Para acceder a la parte superior, era preciso pasar por un reducido agujero usando un tronco de madera con peldaños a modo de escalera, de modo, que el usuario de la misma, quedaba a merced de los residentes de la casa, como medida de seguridad en caso de ataque.

No era la primera vez que observaba la técnica de defensa de acceso angosto. Lo había visto antes en una aldea fortificada de la etnia Konso, en Etiopía. Respecto al sistema de escalera, la etnia Hmong, en el norte de Vietnam, dispone del mismo artilugio.

Ya en la planta superior, hay diversas chozas de adobe, con techos de paja en forma de cono pronunciado, que se usan como dormitorios y en algunos casos, para mantener gallinas en su interior. Los accesos a dichas chozas, son igualmente pequeñas aberturas que dificultan la entrada de quienes desean acceder a ellas,

En el exterior, se observan fachadas con dibujos grabados sobre el adobe, que representan las señas de identidad del clan que habita la casa. Podemos observar el mismo dibujo en los rostros de todos los miembros del clan, pues les hacen escarificaciones en la cara sobre los 4 o 5 años de edad. Bordeando la puerta de entrada, puede haber cráneos de animales, preferentemente de antílopes o de monos.

Hay numerosas tatas repartidas a lo largo del territorio Somba, aunque se observa el deterioro progresivo de muchas de ellas. Cerca de las tata, puede haber un gran baobab, bajo el cual se reúne el consejo de ancianos para tomar decisiones.

Los Somba nos ofrecieron su danza, siguiendo el ritmo que marcaban con un silbato y grandes calabazas secas a modo de tambor. Cuatro de las danzantes, iban tocadas con cascos provistos de cuernos de búfalo, antílope o gacela. Fue un espectáculo hermoso, que nos transportó a un pasado lejano.

El sol castigaba nuestra piel y tostaba nuestras seseras, pero aguantamos hasta el final para versu danza tradicional.

Cuando viajo a estos lugares, donde los trayectos, los alojamientos y las comidas, están alejados de nuestro habitual estándar de vida, pienso que soy un adelantado al turismo convencional y masivo, que tanto contamina las mentes, las costumbres y la inocencia de los pueblos primitivos. Sin embargo, las incomodidades son el precio a pagar por ver el África profunda que inexorable y paulatinamente desaparece. De hecho, se observan con frecuencia chozas de una sola planta, rectangulares y con techo de hojalata. Entiendo que los Somba, al igual que otras etnias conocidas en numerosos países africanos, quieran mejorar su modo de vida, pero lamento que se pierda este tesoro etnográfico que la UNESCO debería proteger

Baobab centenario