Es lunes de lluvia persistente. Estoy encerrado, en la habitación del hotel. Una breve incursión de 10 minutos, desaconsejó salir por la ciudad de Saint Denis.
Mi idea era recorrer la Rue de París, para fotografiar los numerosos edificios del pasado colonial; joyas de gran belleza y romanticismo, que trasladan a una mágica época, de tules y gasas, pamelas, equipajes de piel y coches de caballos, distinción, prejuicios y elegancia.
Empapado hasta los tuétanos, decidí escribir sobre mi primer recorrido de ayer, bajo el ventilador que todo lo mueve, a ruido de aguas potentes, rebotando contra el brillante suelo mojado, mientras las gárgolas, cantan "agua va" desde sus medias alturas, ajenas a un sol cobarde, que hoy no ha querido dar la cara.
Sí lector, las palabras tienen sabores. ¿O es que acaso no es así, si pronuncio azúcar, limón, canela, vainilla, o café? Pero ahora deseo abordar otros sabores más sutiles.
Hay palabras que emanan el sabor del amor ¿O acaso las lágrimas de llanto de pena o felicidad, no saben a sal?
Hay palabras que emanan sabores. ¿O acaso unos labios besados, no saben a alegría, o a pasión, a fresa o a carmín?
Y hay otras, que saben a amargura, no ya la cerveza, que también, sino las que reflejan el odio, la ira, la profunda pena o el despecho de amor.
No solo se leen las palabras. Hay que saber leer en los colores, los sabores, los tactos, el lenguaje corporal, las cicatrices de la vida, los objetos, la Naturaleza,.. todo es observable, valorable, medible, si sabemos mirar, oír, degustar, tocar, oler y analizar.
Sí, las palabras también saben; también huelen; también pesan y también tienen capacidad de volar.
¿O acaso la palabra rosa no tiene aroma, o un insulto no pesa, o un te quiero o un poema, no te hace volar?
Vine a la Reunión, justamente, para saborear el paraíso, para oler sus flores, y sentir su lluvia límpida en mi rostro, entre otras cosas.
Ya decía, que el auténtico paraíso, es el que tenemos en nuestro alma y en saber disfrutar de los sentidos, con la positiva aceptación de los tiempos y el destino.
Que toca sol, ver el cielo azul y disfrutar las sombras, en sus formas e intensidades; que toca diluvio, estremecerse por la música de sus gotas, el verdor de la brillantes hojas y el frescor de su líquido; que toca viento, bailar al son de las hojas de los árboles y disfrutar del regalo de la vida, en cualquiera de sus manifestaciones.
La lluvia arrecia y sobrecoge. Dudo siquiera que pueda o deba, salir a comer, cuando la gazuza apriete, y deberé quedar aquí, bajo el ventilador, comiendo con el espíritu, porque esto, es el comienzo o tal vez, los efectos colaterales del esperado ciclón, que debería atravesar el Estrecho de Mozambique, azotar Madagascar y tal vez, llorar y soplar sobre una preciosa isla en el Océano Índico, denominada La Reunión.
Es precioso el ventilador, te mueve el aire, refresca el sudoroso cuerpo y te proporciona un romanticismo de un tiempo de abuelos y bisabuelos, que ya no volverá.
Lamentablemente me vienen a la memoria otros conceptos menos positivos, como el de cierto tenderete de alcohol y corrupción, de algún precursor político tomacopas, o el de "poner el ventilador", para espurrear las vergüenzas y las podredumbres de los demás, al grito ¡y tú más!
Cada edificio singular, de la Rue de París, tiene un cartel en la verja, explicando su historia: construcción, estilo, personajes ilustres,... y en algunos casos, el cartel, fijado en un nuevo edificio, señala la joya que se perdió, en una mezcla de nostalgia y grito de pena, por el valor perdido.
En las nuevas construcciones, aparece un cartel con el nº de licencia de obra, los metros y las características de la construcción. ¡Cuánto debemos aún aprender en España, en transparencia!
Pude finalmente fotografiar los edificios de la Rue de París y "saborear" igualmente, el arte colonial de la vieja Reunión.
Pude finalmente fotografiar los edificios de la Rue de París y "saborear" igualmente, el arte colonial de la vieja Reunión.
He aquí ahora, las formas y los colores de esta crónica. Quien sepa disfrutarlas que lo haga; quien no sepa apreciarlas, que lo intente.
Pas de chance avec cette météo exécrable. Mais c'est un temps normal pour la saison. De mi-décembre à mi-avril, c'est la saison des pluies, des cyclones...
ResponderEliminarMêmme comme ça, c´est merveilleux. Miguel
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