Cuando Geb el Tarik
desembarcó en el año 711, por el sur de la visigoda Hispania, se estableció en
nuestra tierra, una nueva forma de vida y una nueva
sangre.
La religión se impuso a sangre y fuego en nuestra península.
Cuando los Reyes
Católicos culminaron la Reconquista, restablecieron la civilización
cristiana.
Las mezquitas que
fueron construidas sobre las ruinas de antiguas iglesias, fueron transformadas
en templos cristianos y sus alminares en campanarios.
Se substituyó el canto del muecid, por el alegre tañido de las campanas.
Se substituyó el canto del muecid, por el alegre tañido de las campanas.
El Corán dio paso a
la Biblia y otra forma de vida surgió nuevamente en España.
En nuestro ADN, en nuestro
idioma, en nuestra geografía y en nuestra cultura, han quedado escritos para
siempre, los signos de la prolongada dominación musulmana.
A nuestra mezclada
sangre de celtas, íberos, fenicios, romanos y visigodos, se había unido para
siempre, la de bereberes y árabes, hasta configurar una nueva raza española,
que pronto se extendería por la América aún no descubierta.
Nuestra lengua se
enriqueció con un amplio vocabulario, del que hay millares de ejemplos, como
alcalde (al caid), ojalá (si Alá quiere), alacena, alcancía, y tantas
acepciones más.
Nuestro mapa se
cubrió de nombres árabes como los ríos y
caminos que empiezan con Guad, como Guadalquivir, Guadalete, Guadiana,
Guarromán o Guadalajara.
También llevan el
sello árabe nombres que empiezan con al, como Almadén, Alicante y Almería, o
con Ben, como Benalmádena, Benidorm, etc., sin olvidar Gibraltar, la vergüenza
del sur, que debe su nombre a Geb el Tarik anteriormente citado.
En los últimos 5
siglos, forjamos la unidad de España primero y un imperio después, en el
que no se ponía el sol, cuajando una hispanidad, que es patrimonio de la
Humanidad.
El surgimiento del
imperio francés y posteriormente del inglés, coincidieron con el declive de
nuestro poder internacional.
El establecimiento en
nuestro territorio de una colonia inglesa, la pérdida de Cuba, Puerto Rico y
Filipinas en el 98 y las posteriores descolonizaciones habidas, imprimieron en los españoles, un pesimismo nacional, no acorde con el carácter de nuestros compatriotas, que siglos antes, forjaron nuestro imperio.
El derrotismo, la
pérdida de los valores personales, el abandono paulatino de nuestra cultura y
nuestra creencia cristiana, nos sumió en un declive individual y colectivo.
La pérdida del sentimiento
de patria, de sacrificio y abnegación por un lado y las aspiraciones nacionalistas
de algunas regiones, ponen actualmente en cuestión, nuestra propia existencia.
Jomeini dejó en su
testamento político, el mandato de recuperar Al Andalus para el Islam. Más
recientemente, organizaciones terroristas han reivindicado también una España
musulmana, llegando a fijar una fecha para alcanzar el objetivo..
El desaparecido
Gadafi, había dicho que conquistarían Europa, con el vientre de sus mujeres.
Actualmente, España sufre una elevada presión migratoria por el sur, que puede diluir con el tiempo, nuestra forma de vida.
Somos miopes con nuestra
propia historia.
Queremos el bienestar
a corto plazo y nos falta un compromiso serio, con las generaciones futuras.
Existe una alarmante
disminución de la natalidad, está envejeciendo la población
española de origen cristiano.
Hay un paulatino
abandono de nuestros valores y costumbres, al tiempo que cedemos terreno a la presión de otras
comunidades religiosas, disolviéndose paulatinamente, nuestra propia identidad..
Cada vez son más
fuertes y ellos lo saben. Cada vez son más numerosos y ellos lo saben. Los
ociosos vientres católicos, pierden terreno respecto de los vientres musulmanes.
La reconquista de Al
Andalus está en marcha y es posible que en algunas décadas, nuestros campanarios
enmudezcan y prevalezca nuevamente en España, la llamada del muecín
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