Lamentablemente, en muchas partes del mundo, la mujer es despreciada, maltratada, sometida y relegada en la sociedad.
En China, se valora más al varón que a la mujer y la política del hijo único, lleva a los padres, especialmente, en el mundo rural, a deshacerse de las niñas recién nacidas.
En una religión que aspira a imponer su Dios en todo el Planeta, las mujeres son consideradas un ser inferior; casi un objeto, al que se le niega la dignidad, se le impide el placer de la sexualidad, se le niega la educación y se la esconde tras una cárcel de tela.
Sus padres, sus hermanos e incluso, los propios hijos que han procreado y amamantado, son muchas veces, los que las sojuzgan, explotan y desprecian.
En nuestro entorno occidental, la mujer no siempre es respetada ni valorada. Se la exige un mayor esfuerzo laboral, al deber compatibilizar maternidad y trabajo, se la paga menores salarios, se la somete a maltrato y se la induce en muchos casos a eliminar su maternidad.
En anteriores artículos, me he confesado admirador de la belleza, en cualquiera de sus formas y me he referido a la mujer, como su manifestación más elevada.
Pero esta no es exclusivamente de atracción física hacia el sexo opuesto. La belleza se manifiesta también, de muchas formas de vida y comportamiento. La de una mujer embarazada o dando de mamar a su bebé, es aún más sublime.
Este artículo, es un homenaje a la mujer que tras dar vida a un ser humano, le da su alimento, su amor y su ternura.
Este artículo, pretende ser también un elemento de reflexión para los hombres del mundo, cualquiera que sea raza, estado, ubicación geográfica, cultura o religión. Porque las mujeres, son nuestras abuelas, nuestras madres, nuestras esposas, nuestras hijas o nuestras nietas.
Porque son nuestro complemento natural, como nosotros lo somos respecto de ellas.
Porque no viviríamos sin su maternidad, lactancia, educación, entrega y amor.
Es cierto, hoy es el día del padre, pero sin las mujeres, ni viviríamos ni seríamos nadie
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