miércoles, 4 de marzo de 2015

La Reunión. Capítulo 12.La rubia y el mar

El aire es fresco y húmedo. Los mosquitos han salido al aire en busca de sangre,
pero yo también he salido hacia Manapany. Si quieren sangre, que se compren una morcilla de Burgos, ¡que carallo!

Espero el car jaune, que llega a las 11:20 “más o menos” eso quiere decir que puede llegar 30 minutos antes o 30 minutos después, por lo que la espera en la parada es siempre obligatoria. Pero estoy feliz, porque me siento como un geranio mustio de calor, al que le han dado agua de vida.

Aunque esto sea un paraíso, las condiciones disgenesicas  puntuales, te quitan energía, te hacen sentir en horas bajas y te dan ganas de abandonar. Algo así, me paso en un gélido día de diciembre, en las altas montañas de Canadá.

La soledad es también un importante punto de inflexión. Soy capaz de volar como un águila, alto, lejos y al albur de las inclemencias, pero me va más ser ave gregaria, como los periquitos, que comparten su alegría, sus ruidos y sus colores.

Y he tenido momentos bajos y de euforia, sin poder compartirlos con una mano amiga. Y cuando he tenido el sentimiento de abandono, Fabrice, que ama su isla y la lluvia regeneradora, me han lanzado de nuevo al aire, para sentirme ave del paraíso.

Se ha acabado la huelga del carburante y nuevamente se pone la isla en marcha. Yo hago lo mismo.

Ya en Manapany, he programado mis próximas actividades. Siempre buscando el contacto humano; siempre confiando en mi capacidad física y en mi “baraka” como aliada.

La rubia y el mar

Estaba sentada como una sirena, absorta con el oleaje batiendose contra la rocosa costa. Le pedí que me hiciera un par de fotos y me contó su vida. Compartimos unos momentos mágicos de espuma y salitre, en un mar bravío, bajo un cielo tormentoso. Le dije que le había robado alguna foto suya y que podría verla en mi blog.

Tras una sonrisa y un adiós,  di la espalda al mar y pasee mi mochila 4 km hacia Saint Josep. Llegue en un car vert, y descendi en la Rue Terre rouge, donde resido. Una joven me dio conversación e hicimos juntos el camino bajo la lluvia y su paraguas. Realmente, la gente es apacible y comunicativa

Minutos más tarde, trabaje el jardín del Edén. Moví piedras para marcar un sendero. El agua arreció como queriendo ahogarme. Termine totalmente embarrado, mientras los pantalones se caían del peso del agua.

Me metí en la bañera de la selva, mientras la lluvia sonaba rabiosa y los truenos metían miedo. Las hojas de las plantas, me salpicaban el agua, en una sinfonía de alegría y naturaleza.

Una flor para Argelia

Sarah es una amiga escritora, musulmana y argelina. Quiere  abrir horizontes y conocer otros mundos, pero no le acompaña la suerte. A veces, me cuenta sus cuitas y aspiraciones por skype, se interesa por mi y me distingue con su amistad. Es una relación sincera, entre dos mentalidades diferentes. Además, nos separan las creencias, la cultura, la política, la edad y el Mediterráneo.

Yo viajo y ella no. Me ha pedido una flor seca de cada país que visite. El detalle es delicado y hermoso.  De esta forma, ella sueña y yo le ayudo a volar sin fronteras ni banderas, en un mundo imposible.  Esta mañana, he puesto a secar una flor de  la Reunión para ella. Ojalá, sus pétalos de hermosura, animen su alma, estimulen su creatividad literaria y su corazón de mujer




























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