sábado, 9 de mayo de 2015

Nariz al viento

La perra pointer, ha venteado una pieza de caza. Trufa al aire y en postura de muestra, ha marcado un mirlo, que se baña en el estanque del jardín.

Yo también huelo el viento, mientras mis ojos cerrados, sueñan imágenes de nuevas aventuras.

Las opciones son tan diversas como lejanas. 

Si me "oriento a Oriente" pienso en campos de arroz en bancales de montaña, en plantaciones de té y en paseos a lomos de un elefante asiático.

Si me "pongo a poniente", me imagino a caballo, dirigiendo vacas por las interminables praderas del oeste americano.

Tengo tiempo para viajar a varias direcciones de brújula, aunque deba programar las preferencias.

Deseo aprovechar el tiempo, mientras mi desvencijado cuerpo, aún resista el traqueteo del camino y otras formas de vida.

Quiero nuevas emociones, pero sin sufrimientos excesivos. No me importan las incomodidades, si son tan pasajeras como soportables.

Puedo superar momentos de soledad ante situaciones de riesgo, siempre que la tensión generada, no me reviente el pecho.

El ansia de pegarme al terreno y vivir lo auténtico, me aleja de turismos ficticios, acaso más placenteros, en falsos escenarios de vida.

Las carencias sufridas en Rusia o algunos momentos vividos en la Isla de la Reunión, son el pasado reciente y solo permanecen en mi selectiva memoria los grandes recuerdos del camino recorrido.

Indago las opciones del oeste de Canadá, preferentemente, en Saskatchewan, Alberta y Columbia Británica. Son grandes territorios con escasa población, que ofrecen el lado salvaje, de una tierra de pioneros.

Entre los centenares de posibilidades de "Helpx", hay para todo tipo de capacidad personal, afición y ganas de aventura.

Me siento como el que debe saltar un precipicio y lucha entre las ansias de verse al otro lado y las posibilidades reales de superar la prueba.

Lo que más abunda, son actividades de producciones agrícolas ecológicas y el mundo del caballo, en sus múltiples acepciones.

En mi primera selección, anoto ser ayudante en tareas muy variadas: cuidado y esquila de alpacas, pesca profesional de bogavantes, vaquero a caballo, por las inmensas praderas del gran oeste, cría y entrenamiento de perros de trineo, apicultura, doma natural de caballos o asistente de jinete de rodeos, por ejemplo.

Hay actividades más templadas, como ayudar a una joven familia numerosa, como un abuelo socorrista "a lo que salga", o acompañar a una encantadora abuelita, que solo quiere conversación y tiene dos caballos ya jubilados en los que no monta, o la de una pareja que tiene a un cerdo como animal de compañía

Hay otras actividades tentadoras:

Un  herrador, que se autodenomina "hombre recio", ofrece ir con él a cazar osos y pumas. Condiciona la acogida a no tener sensiblerías ecologistas. Pues, como dice el castizo, ¡va a ser que no!, por convicción y por carencias físicas para tal aventura.

Un padre con dos hijos adolescentes, ofrece la posibilidad de viajar con ellos a caballo. El recorrido duraría un mes, a través del salvaje territorio Yukón. El mismo que recorrían los ávidos buscadores de oro, hace más de un siglo. La acampada sería a cielo abierto, junto a fogata reparadora, a la vieja usanza y a ver qué pasa.

Esta posibilidad es muy tentadora, pero exigiría un seguro de accidentes especial de evacuación en helicóptero, en el supuesto, de que en un territorio salvaje, haya cobertura de comunicación.

La emoción sería inmensa, pero en territorio salvaje,un pequeño accidente, tuyo o del caballo, puede tener consecuencias fatales. Ello, sin contar con una complicación médica o los riesgos de serpientes, lobos, osos o pumas, por ejemplo.

Sí, los antiguos pioneros, estaban expuestos a esos riesgos, sin la defensa de las nuevas tecnologías. Pero eran más sufridos y muchas veces, no tenían más opción de supervivencia.

Hoy el mundo quiere adrenalina. Unos viajan con exceso de velocidad, otros escalan verticales paredes de montaña. Pero hay otros, que montan en dromedarios, avestruces y elefantes. Y los hay quienes disfrutan el terror, nadando entre tiburones u orcas, o dentro de una jaula, ante el gran tiburón blanco o en una urna de cristal blindado, frente a un gigantesco cocodrilo australiano.

La verdad es que es cuestión de gustos. Hay quienes ya consideran suficiente riesgo, firmar la hipoteca  de la casa, el acta de matrimonio y rellenar sucesivas hojas del libro de familia.

En fin, reposaré las ideas y seguiré con la nariz al viento, mientras busco alternativas en las que cabeza, realidad y seguridad, equilibren corazón, utopía, curiosidad y adrenalina.

Después de todo, soy un joven jubilado que quiere añadir años a la vida y vida a los años. Aventuras sí, pero tampoco es cuestión de tocarle las pelotas a la muerte, por lo que pueda pasar.










 
































































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