sábado, 23 de mayo de 2015

Redes de muerte

Gran parte del césped de mi jardín, está cubierto por redes de pesca de bajura. No es que me haya vuelto majareta y quiera pescar en la hierba.

Tengo imaginación, pero no creo que los saltamontes sean gambas de matorral, ni nada parecido. La explicación es mucho más sencilla.

El pasado verano, una bandada de estorninos, se posó en mis cerezos y en cuestión de minutos, me dejó sin mis rojos sabores. También se fijaron en mis groselleros, dejándome vacío de las bayas preferidas, para mis desayunos de invierno.

Esta vez, defenderé mi tesoro con finas redes de pesca, ya desechadas por los "cazadores del mar", los que arriesgan su vida y sudan los espacios de agua, a los que algunos llaman, el "huerto del pobre"

Durante mi niñez y adolescencia en Sevilla, "la que tiene un color especial", aprendí a comer chufas, altramuces, higos chumbos, ancas de rana, cabrillas, caracoles y cómo no, pajaritos fritos, entre los que los estorninos, eran los "reyes de la sartén"..

Estos pájaros de tamaño medio, de oscuro y aceitunado plumaje, causaban estragos en los cultivos y descansaban la noche en los cañaverales. Volaban por millares, manchando el cielo, con puntos negros que bailaban  el aire, como vivas ondas de luto.

Las finas redes, eran lanzadas en la noche, cubriendo los cañizales. En su interior, no fluían reflejos plateados entre la blanca espuma del mar. No eran sardinas, ni anchoas, sino estorninos, que rendirían a los "tapeadores" de cerveza, la energía que previamente habían robado, en los campos de Andalucía.

Hoy está prohibido cazarlos y servirlos bien fritos y salados en las viejas tabernas sevillanas. Era un placer comerlos, pero también un crimen.

Todavía surcan los cielos por millares, inundan de ruido nuestros parques, ensucian nuestras calles y roban nuestra fruta.

En las ciudades los combaten con simuladores de explosiones, en los aeropuertos, con aves de cetrería y en el campo, hay quien pone espantapájaros, viejos CDs colgados y otros, como yo, usamos viejas redes de muerte, reconvertidas en mallas de defensa.











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