El jueves amaneció lluvioso. El paisaje era de un verde exultante. Las copas de los árboles se escondían entre la niebla que a su vez, se fundía con el gris del cielo.
Desayuné junto a Wilson. Él dos huevos con 5 minutos de cocción, almendras, té verde y... sus comprimidos de magnesio, complejos vitamínico, calcio y otra sustancia que no recuerdo.
Es un "blanco guiri", de pelo antaño rubio vikingo y delgado como una sombra. Asoma tras su pantalón corto, unas canillas blancas que terminan en unas negras playeras.
Su barba blanca, le confiere un aire entre Quijote escocés y asceta del Medioevo.
Presume de carecer de grasa y es verdad. Pero no aparenta tener reservas, si un día debe afrontar una patología.
Ingeniero de profesión, es un hombre polifácético, activo y hábil. Aparentemente frágil, despliega una gran actividad. Aún construye ampliaciones en la casa, diseña y fabrica ingeniosos artilugios.
Ante su actitud extrema de vida sana, reprimí mi apetito a un bol de yogurt, con muesli, miel de bosque y un plátano.
El agua empapaba el alma, cuando llegamos al mercado, Tomamos un té esperando mejores momentos.
Kate me presentó a Joanne, una amiga, con la que comparte un momento de mercado los jueves y un rato de playa los sábados.
Nieta de francesa por parte materna, inglesa de nacimiento y australiana de vida, resultó ser una encantadora dama, con la que compartir conversación, simpatía, té y sonrisas.
Cuando las nubes cambiaron el llanto por el sollozo, buscamos los colores del plato, para disfrutar de los sabores naturales, orgánicos y auténticos.
Tiré de cámara como un pistolero, para llenar de colores este artículo. Disparé profusamente, aunque muchas veces, fuera para dejar constancia de la similitud de muchos productos australianos y europeos.
Capté toda la gama del espectro del mercado, largué muchos "nices to meet you" e hice muchos "smiles"
En todas partes, Kate me presentaba como Miguel, su amigo de España. A veces, oía "Oh, Barcelona" e incluso, un "ah, the bloody bull"
Regresamos a casa con los tesoros de comer y con mi mochila de colores.
Me puse entonces frente al ordenador, envuelto en el melancólico, feraz y verde paisaje de la montaña.
Escribí estas palabras para ti y cómo no, para satisfacer mi afición y mi creatividad.
Mientras sorbo un black tea, cargo as fotos que verás a continuación.
Más tarde, cuando tenga el estómago engañado y no me apriete la gazuza, tal vez escriba a mi querida compañera de viajes, la que llevo en mi corazón, la que nunca me abandona y tanto me satisface con sus guiños.
Si estos comentarios te han intrigado, lee mi próximo artículo. Ahora, es tiempo de colores.
Me gusta todo lo que públicas aquí Miguel que denso sobre todo me ha gustado esa pizarra de butchers y como defienden y protegen la economía local. 😊
ResponderEliminarMe gusta todo lo que públicas aquí Miguel que denso sobre todo me ha gustado esa pizarra de butchers y como defienden y protegen la economía local. 😊
ResponderEliminarGracias Ruth: no sólo me lees, sino que estimulas mi creatividad desde el otro extremo del mundo.
ResponderEliminarPoco a poco, me adapto a este ambiente, a las comidas, al horario, a las 10 horas antes de uso horario, al cambio del otoño por la primavera, a entender que da más sol en la cara norte que en la cara sur, a mirar primero a la derecha al cruzar una calle y sobre todo, al idioma.Porque no sé si lo sabes, pero aquí no es como en España; aquí te hablan en extranjero. Lo bueno del caso, es que ya los voy entendiendo, sobre todo, cuando me preguntan si quiero comer.
Cuando tenga un rato libre, escribiré un nuevo capítulo que pienso titular "Gente rara"
Espero arrancarte alguna sonrisa.
Te mando un beso desde Coffs Harbour. Seguramente, llegará algo cansado, porque habrá recorrido unos 18.000 km, pero déjale pasar; es de confianza.
Miguel