Fue una experiencia entrañable, pues di abrazos al pasado, en forma de amigos para siempre, pisé las milenarias losas de una ciudad eterna, degusté los sabores perdidos y oí un acento dormido en mis oídos.
Hay amigos, que tras años en blanco, resurgen del corazón a primera vista y los sentimientos afloran como si el tiempo no hubiera pasado. Es lo que tienen los amigos de la infancia y la juventud, de la época que marca una impronta indeleble.
Pero hoy, desde la distancia espacial y temporal, gozo de la suficiente perspectiva y serenidad, para recordar de otra forma aquellos momentos. Mientras mi amigo "pelea" el camino del Rocío, este año inundado, al son de cascos de caballo, pitos y tambores rocieros, yo lo hago contra un penoso catarro que me tiene postrado, viendo el bravío paisaje del norte, de horizontes quebrados por las montañas o rotos por barcos valientes en las agitadas aguas del Cantábrico.
Y en esa mirada retrospectiva, veo la "Corduba" de los siglos perdidos, que se conserva en piedras, arte y sentimientos, como símbolos de un pasado glorioso.
Pienso en la Córdoba Romana, con las ruinas del fastuoso Palacio del Emperador Maximiano Hercúleo (Siglo III- IV D.C.), con su Aula Central, la Tricora Norte; el Mausoleo, monumento funerario del Siglo I D.C.; la Muralla que circundó la ciudad, que debió tener su origen en la empalizada defensiva que tuvo el campamento militar sobre el que se levantaría la ciudad; el minumental templo de época Flavia,(Siglo I D.C.) y el Puente Romano.
Evoco la Córdoba Musulmana, con sus murallas de inicios del Siglo XII, alternadas con torres de vigilancia y defensa, destacando entre ellas, las puertas de acceso Bad al Sudda y Bad al Yinan.
Contemplo con especial énfasis la Mezquita de Córdoba, la más grandiosa creación musulmana en España y el más importante monumento islámico de Occidente. Iniciada por Abderramán I, fue ampliada por Abderramán II y posteriormente, por Alhaken II y por Almanzor, quien la completó en el año 990.
Al margen de mi condición católica, duele visitar la Mezquita y ver un cuerpo extraño, maravilloso, pero fuera de lugar, tal es la Catedral cristiana, iniciada en 1523, por el Obispo Alonso Manrique. Algo parecido ocurrió con el Palacio de Carlos V, en el recinto de la Alhambra en Granada.
No podemos olvidar Medina Azahara, del Siglo X. Abderramán III, dijo a su favorita"Nevará para ti. Mi amor hará que nieve" y plantó de almendros la montaña Yebel al arús, de Sierra Morena. El embrujo y la magia de aquella maravilla, aún permanecen entre sus ruinas.
También hay una Córdoba judía. En el barrio de la Judería, se encuentra un templo hebreo: La Sinagoga, construida en 1315.
Los musulmanes dejaron esculpida en piedra su famosa :
"Dios es grande. Doy fe de que no hay más dios que Al-lah y Mohammad es su profeta".
Alfonso X el Sabio, en su visita a Córdoba, escribió
:
"Oh Cristo, podéis acoger, al cristiano, al judío, al moro, puesto que su fe, se dirige hacia Dios"
La Torre de Calahorra, " o castillo libre", sito a orillas del río Guadalquivir, es un símbolo de convivencia de las distintas civilizaciones que han vivido en Córdoba. Merece la pena visitar sus maquetas sobre la Mezquita y la Alhambra, así como la recreación de influyentes personajes de las tres civilizaciones.
Pero hay otros muchos lugares de atención en Córdoba:
El Alcázar de los Reyes Cristianos, la Casa Andalusí, la calleja de las Flores, máximo exponente del callejero típico andaluz, la Plaza de la Corredera, que fue plaza de toros y mercado público, el Museo de Julio Romero de Torres y numerosas iglesias, como la de San Pablo y la de San Lorenzo, el Palacio de la Merced y el Palacio museo de Viana, así como los numerosos y maravillosos patios y jardines de la ciudad.
Hay otro monumento en la ciudad: su gente, su cultura, su ambiente, su senequiana filosofía y su carácter.
Viví desde los 18 a los 23 años en Córdoba. Fueron años de estudio, crecimiento y madurez personal. En aquella época, no tuve suficiente capacidad para valorar el tesoro que representa aquella ciudad.
Pude quedarme allá, pues dos catedráticos, me ofrecieron trabajar con ellos. No sé qué habría ocurrido si me hubiera quedado. Probablemente, sería diferente, tendría otra historia, habría fundado otra familia y tal vez, habría sido igualmente feliz.
No es cuestión de ensoñaciones sin recorrido, pero mi visita a Córdoba, me ha hecho recordar mi breve pasado, en una ciudad con encanto, con una gran historia. Ahora, en la madurez de mi vida, he sabido valorar esta ciudad en toda su extensión.
Fueron dos días plenos, hermosos, evocadores y emotivos, pisando las losas de una esplendorosa historia, que se pierde en la noche de los tiempos y de las grandes civilizaciones.
Murallas de Córdoba
Mezquita
Medina Azahara
Alcázar de los Reyes Cristianos
Sinagoga
Torre de Calahorra
Plaza de la Corredera
Calleja de las flores
Museo de Julio Romero de Torres
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