He terminado mi viaje a Suiza. Abrazados los hijos y los nietos, era el momento de volver a casa. Viven en un país hermoso, cuidado y serio. Las instituciones funcionan y el nivel cultural medio es bastante alto.
Suiza es famosa por sus bancos, sus pistas de sky, sus chocolates y sus relojes, por la calidad de sus gentes, las estabilidad política y social y además, por ser la sede de numerosas instituciones internacionales.
Y Ginebra alberga casi todas ellas. En una ciudad no excesivamente grande, la concentración de organismos supranacionales y delegaciones diplomáticas es muy elevada. De manera que los suizos ginebrinos, solo deben constituir el 25% de la población.
Asistí a un desayuno de convivencia, entre padres de alumnos del colegio de mi nieta.
Los alrededores del colegio, estaban cuajados de representaciones diplomáticas. Una de las fotos, muestra a modo de ejemplo, el panel indicativo de uno de los bloques de la zona.
Disfruté de un ambiente extraordinariamente internacional y multicultural. En el curso eran 15 alumnos de 15 nacionalidades diferentes.
Unos eran finlandeses, otros japoneses, ecuatorianos, coreanos, alemanes, holandeses, bosnios, israelíes, belgas flamencos, suizos e incluso keniatas.
Obvio decir, que disfruté compartiendo café y palabras, en aquella torre de Babel.
Ya he contado alguna vez, que mi compañera de consultoría en Argelia, es de Annecy, una ciudad limítrofe con Ginebra, perteneciente a la región de Saboya, Curiosamente, esta zona, se incorporó a Francia, cuando ya los argelinos eran considerados franceses.
Mi amiga Michèlle, tenía cada abuelo, de una nacionalidad diferente: francesa, italiana, suiza y austriaca. Pensé que era un caso poco común, pero no era así.....
El mismo día por la tarde, una señora me saludó en un parque en español. Dijo ser argentina, pero le dije que sus rasgos no eran latinos y me contó su historia.
Era nieta de emigrantes a Argentina, que se encontraron allá y mezclaron sus sangres. Uno era anglo-irlandés, otro judío ruso, de ahí su apellido Abramovich, otra era suiza alemana y la última austriaca.
Ya, pero su hija es bastante morena... si claro, ¿viste? ¡es que me casé con un chino!
Me despedí asombrado por la mezcla y caminé hacia la casa, para ver la final dela Copa de Europa.
A través de la televisión, asistí nuevamente a un espectáculo global: un entrenador argentino y otro francés de origen argelino, jugadores portugueses, franceses, españoles, alemanes, costarricenses, brasileños,..., en un estadio italiano, retransmitido al mundo entero.
Disfruté por el Madrid y me apené por el Atlético, mientras degustaba un chocolate, que posiblemente, tendría leche europea, cacao africano, azúcar cubana, un aditivo australiano y unos frutos secos asiáticos.
Es la globalización.
Bienvenido de nuevo a casa....un abrazo.
ResponderEliminarBienvenido de nuevo a casa....un abrazo.
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