He vivido, aunque por poco tiempo, los recuerdos de la juventud perdida, paseando por las preciosas calles de esta magnífica ciudad.
He abrazado un amigo de infancia y compañero de carrera y conocido sus hijos y su nieto. Había asistido a su boda, pero no había vuelto a ver su resultado.
La plaza de las Tendillas, la de la Corredera, la Judería, con su Calle del Pañuelo, la Calleja de las Flores, inigualable Mezquita, los romanos molinos de agua en el río, las torres de la Calahorra y de la Malmuerta, sus pequeñas, íntimas y encantadoras plazas, las grandes avenidas de palmeras,.... todo un regalo para la vista, los recuerdos y los sentimientos.
Cada palmo recorrido, me traía vivencias lejanas, candideces, sueños y risas. Se agolpaban en mi mente rostros perdidos, sabores de salmorejos, pescados adobados, berenjenas caramelizadas con miel, tortas apestiñadas y tantos placeres a muchas distancias de reloj.
Los azules tiestos en los patios cordobeses, contrastaban con las encaladas paredes y las rojas flores que surgían de su tierra. Todo era color, alegría y belleza. Mi alma se emborrachó de colores, como ya lo había hecho, dos semanas antes, en la feria de Sevilla.
Semana Santa, Feria de Sevilla, Cruces de mayo, Rocío, la Virgen de Agosto,... Andalucía es una fábrica de colores y de ilusiones, de un pueblo noble, viejo y sabio, que trabaja para vivir y vive para reír, desatar pasiones de arte y repartir lágrimas de pasión y felicidad.
Antes de abandonar Córdoba hacia Sevilla, visité el Cementerio de Nuestra Señora de la Salud. Junto al panteón de Guerrita, se encontraba la tumba de tres seres queridos: D. Rafael Castejón Martínez de Arizala, D. Francisco Castejón Calderón y su mujer, Elisa Montijano Carbonell.
Un nudo en la garganta, amenazó con hacerme llorar, pero supe retener a tiempo mis sentimientos, para no añadir más dolor, a mi amigo del alma, Francisco Castejón Montijano, ante la tumba de sus padres.
Ya en carretera, viví un paisaje inolvidable, divisando la impresionante Vega de Carmona, desde el Castillo del Rey D. Pedro, hoy convertido en parador nacional.
En Sevilla, recogí mi sombrero panameño, modelo Gamboa, que me había llegado desde Ecuador. Falta me hacía, pues el sol asustaba.
Visité el famoso Archivo de Indias y vi el tesoro de la Fragata Mercedes, hundido a traición por la armada inglesa en tiempos de paz, reuperada ilícitamente por el caza tesoros Odissey y devuelto por los Estados Unidos a España. Pena, patriotismo herido sentimiento nacional, bailaban bajo mi tostado cráneo.
Mis palabras, aunque sentidas y tal vez, con un apunte de poesía, no puede hacer justicia a lo que vivió mi corazón y vieron mis ojos. Por tanto, ceso en mis comentarios y dejo al lector, frente a los colores de la vida.
Mi amigo entrañable Su hijo y su familia
Sur y caballos, como en el pasado
Estampas de Córdoba
Este hotel , fue antes residencia de la
familia Castejón y fue mi segundo hogar
durante mi residencia en Córdoba
El edificio perteneció al torero Machaquito
y anteriormente, al Gran Capitán
Gonzalo de Córdoba
Castillo de D. Pedro Primero, convertido
en el Parador Nacional de Carmona
Provincia de Sevilla
Archivo de Indias, Sevilla
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