Recorrer el borde del lago Leman, atravesar el puente Montblanc, ver el Jet d´eau, el reloj de las flores, sus inmensos y preciosos jardines,..., me resulta ya habitual. Lo novedoso, es quizás, ver la variabilidad del paisaje y del paisanaje, según la estación del año.
Cuando llegué ayer, observé una ciudad muy viva, aprovechando la luz y el calor de mayo. El ambiente era multicultural, multirracial y multicolor. Vi personas de muchas razas, nacionalidades, religiones e idiomas. Todos diferentes, pero todos iguales, disfrutando de la naturaleza, el radiante sol y la barbacoa.
Ginebra, como sede de numerosas organizaciones internacionales, es un reflejo de la diversidad mundial y un ejemplo de convivencia.
El imponente Montblanc, con su cumbre nevada, los barcos de vela navegando por el lago, los cisnes paseando los albos y largos cuellos por sus aguas, las flores dando color por doquier ..., todo parecía aliarse para imprimir belleza en esta ciudad centroeuropea.
En España, hablar de Suiza, era antes símbolo de emigración, en búsqueda de una vida mejor; ahora, venir reiteradamente a este hermoso país, levanta suspicacias de la gente normal, que cobra un sueldo, paga sus impuestos y "disfruta" de una hipoteca.
En mi caso, cuando vengo, no viajo con maletines, sino con maleta, troller y bolsa y mi trasiego, es de regalos infantiles, sobaos pasiegos y anchoas de Cantabria, morcillas de Burgos, jamón ibérico y cualquier otra mercancía de disfrute gastronómico de viva España, a pesar de todo.
Al pasear por Ginebra, tuve el placer de sacar fotos de su ambiente, al tiempo que oía mucho español en gran parte, de jóvenes profesionales de nuestro país que trabajan en organizaciones internacionales y grandes multinacionales. No son ya las afanosas manos de nuestro sufridos emigrantes de antaño, sino cerebros grises con brillantes aptitudes y capacidades, triunfando en un ambiente internacional.
Y ahora, las fotos:
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