Salimos del cráter del Ngorongoro e hicimos noche en Mto wa Mbu, antes de dirigirnos a Moshi. Desde allí iríamos luego al aeropuerto de Kilimanjaro, para volar a la isla de Zanzíbar.
A lo largo de mi vida en África he conocido alegres colores de la negritud. Los toutcouleurs en Mauritania; los touareg en Argelia; los Wolof en Senegal, los Mandinga en Gambia y Guinea Bissau y ahora, los masais y los kikuyos en Tanzania.
Desde que de niño, veía un viejo atlas de las razas del mundo, editado a principios del siglo XX, he soñado con conocer los masais, que se extienden desde Israel hasta Mozambique; los himba, en Namibia; los bosquimanos en Bostwana; los mursi y los surma en Etiopía; los zulúes en Sudáfrica; los turkana, los nuba y los dinka en Sudán y los pigmeos en el Congo.
En Mto wa Mbu, he visto masais y una mezcolanza de razas originadas por la proximidad, los sentimientos y la oportunidad. Paulatina, pero inexorablemente, se pierden las etnias puras y los hábitos ancestrales por mor de la globalización.
África, como era antes de la colonización, desaparece a pasos agigantados. Desde mi primer contacto en Mauritania en 1973, solo he visto los estertores de un África que se diluye en la llamada civilización occidental. Por eso, mis prisas por conocer este continente.
Ahora, en Mto wa Mbu, he visto otra explosión de colores, aunque algo más urbana, si así pudiera calificar aquella pequeña población.
Una miriada de vendedores ambulantes nos asaltaba de dos en dos, o de tres en tres, poniéndonos su mercancía entre los ojos, persiguiéndonos como los depredadores lo hacen con su posible presa.
Collares, pulseras, telas, tallas de ébano, colmillos, garras, todo estaba en venta en busca de su majestad el dólar.
Familiares, amigos, ex compañeros de trabajo,... tendrían su pequeño recuerdo de una lejanas, hermosas y exóticas tierras del África oriental.
Allí compré una manta masai, sobre la que reposa mi ordenador y es desde ahora, confidente de mis pensamientos y artículos. También adquirí pequeñas tallas de ébano o de hueso, para adornar mis blancos compatriotas.
Pero no fue lo material lo que más me hizo disfrutar, sino la caza de rostros hermosos y bellas siluetas envueltas en telas multicolores llenas de alegría.
Twiga Lodge
Mis amigos, acosados por los vendedoresAfricana en un campo de arroz
Artesanos tallando ébano
No todo lo que reluce en negro es ébano. Hay maderas blancas y blandas teñidas con tinte
negro de cuero y posteriormente abrillantadas con cera de zapatos
El ébano auténtico es negro y duro. es el corazón del árbol,
siendo blanca la corteza.
Venta de muebles en la calle
Mantas típicas de los masais
El Papa Francisco también vive en los corazones africanos
Piragua transformada en mesa de restaurante
Sandalias masai hechas con goma de neumáticos
Artesanía masai
Venta "a domicilio".
"Asado de cabeza de cabrito"
Masais con la cara blanca y una túnica marrón oscura. Son jóvenes en la edad de la pubertad.
Se ausentan un mes del poblado vagando por doquier. Cumplido el tiempo, vuelven al poblado y
son circundados. A partir de ese momento, son considerados masais adultos
La inmensa sabana
Nuestro último descanso en el continente
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