Nunca viví en una burbuja aislado del mundo. Siempre me mezclé con la gente, sin importar su estatus social, pensamiento o religión; tan solo distinguí entre bondad o maldad.
Me curtí al sol y al aire de la vida y vencí las dudas y temores de mi adolescencia y juventud. También conocí abrazos, silencios y a veces, rechazos.
No siempre admitía otros puntos de vista, ni escalas de valores diferentes. Difícilmente entendía otros idiomas, pero una mirada blanca y una sonrisa, me abrían muchos corazones.
Conocí gentes, compartí momentos, supe de sueños y empatias, amé y me hice ciudadano del mundo.
Aprendí que todos los seres humanos, cualquiera que sean, somos iguales pero diferentes. Tenemos las mismas necesidades vitales, soñamos, amamos, miramos el futuro y sentimos nostalgias, angustias, miedos e incertidumbres.
Nada me dejaba indiferente. A una mano tendida de llegada le seguía un abrazo de despedida y al mirar hacia atrás en mi marcha, dejaba sonrisas y lágrimas por un futuro que probablemente no se repetiría.
Dejaba atrás colores de vestimentas, sabores de tradición y una mano alzada que a veces se posaba en el corazón.
Caminaba al horizonte, sabiendo que mi espalda era cuidada por ojos amigos.
A menudo, mi paso era fugaz, sin contacto emocional, de foto con desconocido atrapando un exótico momento. Sin poder escudriñar sus pensamientos ni sus sueños. Solo una fusión de colores en la que yo aportaba también el exotismo del lejano visitante.
Nacemos iguales, aunque nuestras coordenadas personales, determinen religiones, riquezas, fanatismos o condiciones de vida diferentes, que moldearán y forjarán nuestro carácter.
Pude ser de cualquier lado, pero nací en el seno de una familia media española, bebiendo en la cultura occidental, cristiana y europea, como otros nacieron en otros continentes y abrazaron otras creencias y formas de vida.
Es la diversidad, racial, religiosa, económica y cultural. Un mundo convulso, en plena fase de globalización, donde las personas se encuentran y se desatan las pasiones no siempre positivas.
Un mundo nuevo de fusión multicultural nos envuelve con muchos interrogantes y peligros. Desaparecen unos pueblos, se desnaturalizan otros y fuerzas antitéticas, de globalización y de localización, luchan en régimen de acción reacción, provocando sufrimiento, pero el mestizaje es imparable.
Viajo, conozco otras culturas, recorro el pasado que se pierde y miro el futuro que cada día se hace más pequeño. Y algún día, cuando no pueda correr al horizonte, cerraré los ojos y evocaré los sentidos y los sentimientos del mundo exótico que yo viví.
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